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LOS INMORTALES

Leoneses que pasaron a la historia dentro de un cuadro

Artistas de la talla de Sorolla, Goya, Rubens, Madrazo o Van Dyck retrataron a nobles, políticos y aristócratas, pero también a gente corriente de esta provincia

El leonés Rafael Canedo, con camisa blanca, fue inmortalizado por Goya. DL

León

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Leoneses de la aristocracia, pero también de las clases humildes, posaron para artistas como Goya, Van Dyck o Sorolla. Personajes que hoy serían irrelevantes si no fuera porque cuelgan de los mejores museos. Es el caso de Don Diego de Mesía y Guzmán, comendador mayor de León y Trece de la Orden de Santiago, protegido del célebre conde-duque de Olivares —el que llevó por el camino de la amargura a Quevedo—, fue retratado por Van Dyck. El comendador de León era un apasionado coleccionista y se hizo pintar en Flandes por el citado Van Dyck y también por Rubens. Los críticos consideran que el retrato de Rubens —en la colección Otto Gutekunst— es «más humano y exquisito» que el que le hizo Van Dyck.

Según cuenta la historia, el comendador de León empleó una inmensa fortuna en adquirir más de 1.300 obras de arte de los más famosos maestros flamencos e italianos. Van Dyck fue un auténtico ‘fotógrafo’ e ilustró, como ningún otro artista, la Historia de España con una inmensa galería de personajes de la época. La vida de Diego de Mesía es apasionante. Luchó durante veinte años en Flandes como oficial del archiduque Alberto de Austria. En Francia se entrevistó con Luis XIII y el cardenal Richelieu. En 1627 se casó en primeras nupcias con una dama de honor de la reina Isabel de Borbón, Polixena Spinola, cuya dote ascendía a la fabulosa suma de 200.000 ducados. Además de comendador mayor de León, Diego de Mesía fue, a lo largo de su longeva vida —murió a los 75 años—, presidente del Consejo de Flandes y de Italia, gobernador de Milán y de los Países Bajos, así como alcalde del Real Sitio de Aranjuez.

El compositor leonés Manuel Quijano, nombrado maestro de música del Teatro de la Cruz tras la Guerra de la Independencia, fue inmortalizado por Goya. Quijano, que compuso una obra dedicada a Wellington, alcanzó gran fama con la música que compuso para numerosas piezas teatrales: Don Quijote, La caída de Godoy, Margarita de Strafford o Pedro el Grande. El retrato que le dedicó Goya y que se encuentra en el Museo Nacional de Arte de Cataluña está fechado por el propio pintor en 1815.

Once años antes, Goya pintó el célebre retrato de María Tomasa Palafox, vestida con un traje blanco y sentada en una butaca roja, pintando, a su vez, un retrato de su marido, Francisco de Borja Álvarez de Toledo y Gonzaga, marqués de Villafranca. Los fusilamientos del 3 de mayo, una de las obras más conocidas de Goya que puede verse en El Prado, también tuvo su protagonista leonés. Entre los insurgentes que las tropas napoleónicas pasaron por las armas en la tapia de la Montaña del Príncipe Pío estaba Rafael Canedo, natural de Camponaraya, inconfundible por su camisa blanca y las manos en alto frente al pelotón que va a ejecutarle.

El amigo leonés de Sorolla

La Hispanic Society of America posee la obra Aldeanos leoneses, pintado por Sorolla en 1907. El cuadro fascinó tanto al magnate norteamericano Archer Milton Huntington que no solo lo compró, sino que encargó al artista las célebres Visiones de España —obras de gran formato sobre las regiones de España y Portugal—, para decorar la biblioteca de la Hispanic Society. Además de playas soleadas o escenas costumbristas, Sorolla brilló como retratista. Tres leoneses posaron como modelos: el político Gumersindo de Azcárate y los empresarios lacianiegos Tomás Rodríguez y Gabriel Gancedo. A Gumersindo de Azcárate, uno de los próceres de la Institución Libre de Enseñanza, le inmortalizó en 1917. El pintor mantuvo una estrecha amistad con Azcárate, jurista, pensador, historiador y político krausista. Sorolla visitó León, por primera vez, en 1902. A partir de entonces, y hasta 1913, vendrá en varias ocasiones a Astorga y a la capital leonesa. Fruto de estos viajes plasmó en lienzos mercados, bodas, romerías, la Catedral... Tres años antes de retratar a Azcárate, Sorolla inmortalizó al empresario Tomás Rodríguez; y cuatro años después, al sobrino de este emprendedor lacianiego, Gabriel Gancedo. La historia de estos dos industriales, que en lugar de las Américas hicieron ‘los madriles’, fue rescatada por el historiador Víctor del Reguero en un libro. Madrazo, el afamado pintor romántico, consumado retratista y director del Prado, pintó a la mujer que iba a marcar toda una era en León, Esperanza Mateo-Sagasta, condesa de Sagasta.