Diario de León

Andrés Trapiello, ganador del premio Nadal: «La literatura es la vida»

Confiesa que le asustan muchas cosas, sobre todo, «las que nos separan de la vida». Al escritor leonés Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, 1953) algunos le consideran un «anacoreta», porque vive alejado de los círculos literarios y sociales,

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-Decía una escritora que los premios sirven para comprar tiempo, ¿es su caso? -Sí, sirven para comprar tiempo y tranquilidad, porque te dejan al margen del mundo y por encima de toda sospecha, al menos para un escritor como yo, que ha escrito toda su obra bajo el signo de cierta desconfianza. -Su libro parodia las novelas negras, ¿no le gusta el género o le gusta demasiado? -El libro no tiene mucho que ver con las novelas negras, sólo en la carcasa o en el caparazón. En realidad hay un homenaje a las novelas negras. Los amigos del crimen perfecto es una novela sobre el deseo de venganza. Se plantea una pregunta peliaguda en la vida de un hombre: si es preferible cometer injusticia o sufrirla. La novela establece dos campos, el de las víctimas y el de los verdugos; y aquí se apuesta decididamente por el de las víctimas. -¿Cree en el crimen perfecto? -No hay crimen perfecto. En las novelas policiacas la mayor parte de los crímenes se resuelven; y en la vida, la policía no suele hablar nunca de crimen perfecto, sino de casos no resueltos. -¿Qué opina de los crímenes contra la naturaleza, como el caso del Prestige? -La novela trata de aquellos hombres que dudan si tomarse la justicia por su mano allí donde la justicia no comparece. Con el Prestige puede ocurrir lo mismo, que nosotros dejemos sin reparar muchos crímenes y eso será gravísimo, porque en algún momento la naturaleza se podrá tomar la justicia por su mano y, entonces, será peor. Pero no sólo por las playas del Atlántico o del Cantábrico, sino también las del Magreb, las del Tercer Mundo... -¿Usted se esconde detrás de sus personajes? -Esta novela no tiene nada que ver conmigo, en el sentido de que no tiene nada de autobiográfica. -¿No cree que los grandes premios literarios están desprestigados? -No lo creo. Lo que ocurre es que hay unos que son mejores que otros. Esperemos que éste sea de los mejores. -Su vocación empezó con la poesía y la pintura, pero también se ha dedicado al ensayo, es traductor, poeta y periodista, ¿le molesta que le consideren un intelectual? -Soy un intelectual. Es como si me dijeras que si me molesta ser escritor o ser de León. -Su novela aborda el tema de la venganza, ¿usted para qué pide venganza o justicia? -Yo no pido venganza en ningún caso, porque no creo en ella. Los personajes del libro tampoco piden venganza, lo que ocurre es que debaten ese dilema de tomarse o no la justicia por su mano. La novela es una frontera finísima entre la sed de venganza y el hambre de justicia. Y hay que decantarse siempre por los que tienen hambre de justicia. -¿La literatura discurre por un camino paralelo al de la vida? -La literatura es la vida. La literatura es una manera de vivir. La literatura es realidad misma, una manera de realidad. -Tiene usted cierta fama de «anacoreta», ¿es por presevar su intimidad o por timidez? -Soy una persona que trabaja mucho y a la que le gusta la vida retirada, estar en casa. No me gusta salir ni viajar, no soy sociable en ese sentido. -El Ayuntamiento de León pretende apadrinar algunas palabras del lleunés para que no se pierdan, ¿qué le parece la idea? -Fantástica. Uno de los libros que acabo de terminar es un diccionario castellano, en el que hay algunas de esas palabras leonesas que me gustan mucho, como tropos o telares. -¿En «Los amigos del crimen perfecto» hay también esa descripción de ambientes y atmósferas que tanto le gusta? -Hay algunas, porque el escritor es el mismo. Me gustaría ser un escritor distinto en cada libro, pero parece que me tengo que conformar con ser el mismo en todos. -¿La novela está inspirada en algún suceso real? -Ni tiene nada que ver con mi vida ni con sucesos reales. Hay muchísimas alusiones a la novela negra y a escritores de novela negra que me gustan mucho, pero no hay inspiración en hechos reales. -Parece una novela muy cinematográfica, ¿le gustaría que la llevaran al cine? -Eso depende de quién fuera el guionista y quién hiciera la película; pero, en principio, sí. -Un país que apenas lee... -Lee mucha gente. Deberían leer muchos más, pero leen más que en la época de la generación del 98 o en la España de Miguel de Cervantes. Lo que ocurre es que quizá convendría que leyeran también otras cosas.

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