El año clave del Centro Coreográfico

La «definición de las instituciones con competencia en materia cultural» respecto al Centro Coreográfico de León «ha ser, de una vez, clara». Para el leonés Alfonso Ordóñez, director de este proyecto que aúna la formación rigurosa de los profesionales con la puesta en escena de espectáculos de danza contemporánea, «el 2003 es, para nosotros, un año clave». El Centro precisa, a juicio de Ordóñez, una definitiva «consolidación en materia de infraestructuras, de estudios y de recursos». Para ello, el apoyo de diversas entidades es «imprescindible», una apuesta «que no debe ser sólo local», según advierte Ordóñez. La ayuda del Ayuntamiento de León «es muy valiosa» pero la Junta, institución que goza de competencias culturales directas sobre este tipo de iniciativas, debe «definirse» en este aspecto y ofrecer una respuesta a las demandas del Centro. Por otra parte, tampoco hay que olvidar, recuerda Ordóñez, «el necesario apoyo de las entidades privadas». El Centro Coreográfico de León tiene dos años de vida y en este tiempo no sólo ha organizado talleres y cursos dirigidos a sus alumnos, sino que también ha puesto en marcha grandes montajes que han recorrido diversos escenarios de España, como es el caso de La mujer en la arena. «Ahora mismo se hallan vinculadas al centro unas cien personas», a las que es necesario ofrecer alguna seguridad acerca de la continuidad del Centro. En el 2003 este proyecto, específicamente leonés, que desea imprimir «una nueva vida cultural a la ciudad» se consolidará «definitivamente o desaparecerá», señaló Alfonso Ordóñez. Entre sus próximos proyectos se encuentra una posible representación en el Centro de Artes Escénicas de Salamanca, a petición de la Fundación Siglo, que el director del centro leonés ve «con muy buenos ojos». A propósito de la próxima puesta en marcha de una escuela internacional de danza clásica dirigida por el bailarín español Ángel Corella, Ordóñez no le augura un excesivamente buen futuro, ya que «es difícil que cuaje» por el inquieto carácter español, que se ajusta poco a la «rigidez» del lenguaje clásico.