La Biblioteca Pública de Ponferrada expone una amplia retrospectiva de este veterano artista y catedrático
Luis Gómez Domingo: «He llegado a hacerme pintor gracias al Bierzo»
Fue en el año 1977 cuando el joven turolense Luis Gómez Domingo llegaba al Bierzo para tomar posesión de una Cátedra de Pintura en el Instituto ponferradino Álvaro de Mendaña. Y lo que vio entonces le dejó hasta tal punto impresionado que esas primeras imágenes marcaron de forma decisiva su posterior línea pictórica. «Fue algo maravilloso -comenta-. Esos verdes, dorados, azules y marrones, esa atmósfera blanda y húmeda...». El espectáculo de la naturaleza otoñal en la comarca, con sus pueblos arracimados en el fondo de los valles, y lo aterciopelado de sus prados, campos y montes, le conmovieron y le hicieron variar casi por completo su manera de trabajar. «Yo venía de hacer una pintura dura, fuerte, con una luz más intensa, la que predomina en mi tierra, Teruel». El efecto que en su tradicional percepción de un paisaje vertical y quebrado, y de una luminosidad violenta, causó el paisaje del Bierzo, llega a explicar realmente toda su evolución posterior. Una evolución que puede verse, a partir de hoy, en la Biblioteca Pública Municipal de Ponferrada, donde se exponen buena parte de las obras de Gómez Domingo alumbradas durante estos 25 años de permanencia en la provincia de León. Precisamente su título, Sin aristas, alude a esa atmósfera, tan diferente a la de su Aragón natal, que encontró en la comarca. Una atmósfera suave y envolvente, «sin aristas». «Yo he llegado a hacerme pintor en el Bierzo», dice Gómez Domingo. Y ese proceso de evolución y perfeccionamiento es lo que puede verse en esta amplia y completa retrospectiva. Una exposición que dedica, principalmente, «a los amigos» que encontró en su tierra de adopción y a la propia comarca berciana. «Lo que quiero es ofrecerle -asegura- la obra que he hecho en estos años». Además, Gómez Domingo cree que también muestra su pintura «una gran carga de reflexión personal». Hombre franco, directo y cabal, como buen aragonés, no cree, por otra parte, que haya que hablar demasiado de la pintura. «Lo que hay que hacer es pintar. La gente se da perfecta cuenta de lo que estás mostrando», señala. La figura humana es una constante en su obra. «El hombre dota a mis cuadros de alma», dice. Aunque también hay paisajes y alguna naturaleza muerta, sus óleos, muchos de gran formato, nos hablan de rostros particulares e irrepetibles, de hombres perfectamente identificados con el oficio que realizan, manifestaciones religiosas e instantes íntimos detenidos en el tiempo, aprehendido el hálito que anima tanto a cosas como a personas. Se percibe bien la influencia del entorno de Lombillo, pueblo en el que el pintor tiene su estudio; sus actividades tradicionales, sus burros, sus procesiones, sus danzantes, su paisaje; y la influencia del ejercicio ilustrativo que durante tantos años ha desplegado en el suplemento El Filandón, de Diario de León; «mi campo de operaciones y experiencias al que nunca le estaré suficientemente agradecido», comenta. En total son, pues, una treintena de cuadros que ocupan las dos salas de exposición de la Biblioteca, abiertas hasta el día 31. Su próxima muestra se realizará en la sala Lucio Muñoz de la capital leonesa, donde mostrará, aparte de algunas de sus mejores obras, otras de tinte «más moderno».