Alessio Bax demostró su gran versatilidad en el Auditorio

La etapa actual por la que pasa el pianista italiano Alessio Bax es de absoluta madurez, en la que el pianismo se produce desde la calma interior, sin presiones externas que dejan paso a lo más sutil de su forma de entender el mensaje pianístico. Pero, claro está, esto no significa frialdad, ni alejamiento de la partitura. Lo esencial para Alessio es servir al compositor con evidente celo artístico, para lo cual se vale de una amplia paleta cromática de la que extrae todas las tonalidades y entonaciones posibles. La noche de ayer en el Auditorio fue una muestra más de su enorme versatilidad, de su excelente estilo y sobre todo de su tremenda comunicatividad. De eso se benefició especialmente un modélico Brahms al que extrajo un sonido redondo y contenido; y un Bach expresivo, modulado y transparente. La gama de deslumbrantes tonalidades que el pianista italiano dibujó con cada autor fue algo difícil de describir por la fluidez pasmosa en sus ataques y el terciopelo sonoro de cada nota que brotó del instrumento con naturalidad y limpieza. Scarlatti fue expuesto con otra concepción menos academicista, más libre pero no por eso menos técnica ni depurada. Alessio maneja el piano como su cuerpo, uno es la prolongación del otro. Cada movimiento de sus brazos, cada pulsación de sus dedos parten de ese mecanismo perfectamente sincronizado que es su torso y todo él se proyecta hacia los extremos de sus dedos para alcanzar así la presión y el ataque justo de cada nota. No es partidario Alessio de utilizar un pedal agresivo, pero sí conoce a la perfección la forma como debe unir calidez con sonoridad, armonía con fluidez, expresión con virtuosismo para lograr un todo equilibrado, medido y compenetrado. Lucidez, temperamento y comunicatividad, tres premisas que Bass derrochó a manos llenas. Una lección del mejor pianismo actual.