Diario de León

OPINIÓN Miguel Ángel Nepomuceno

Moscú no cree en las lágrimas

Un instante del montaje operístico de «Eugenio Oneguin»

Un instante del montaje operístico de «Eugenio Oneguin»

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A menudo se dice que una ópera cuanto más verista mejor, dado que los sentimientos afloran con mayor espontaneidad que en las tramas líricas convencionales donde la frivolidad o la tragedia dan bandazos según convenga al argumento y a la música del compositor. En el caso de Eugenio Oneguin, la ópera que el pasado jueves puso en escena el teatro Helikón de Moscú en el Auditorio, el realismo primó por encima de todo convencionalismo incluso fue más allá del verismo más descarnado. Aunque el romanticismo más recalcitrante está presente de continuo en toda la obra, sin embargo la dirección de Yevgueni Branznik pecó de fría, incluso en algunos momentos de distante, no cargando la mano en las arias más líricas donde un tempo un poco más reposado hubiera permitido un mayor lucimiento de los cantantes. En cambio otorgó gran protagonismo a los coros, realmente maravillosos, empastados y afinados al límite. Las voces fueron de lujo, con una Zagorinskaya, soberbia, de voz lírico dramática, potente, luminosa, con el fiato necesario para mantener una línea de canto homogénea. Su encarnación del personaje romántico, soñador y doliente de Tatiana brilló con luz propia. Svelatna Rossiyskaya, (Olga), lució una hermosa voz de contralto, con buen centro y graves muy bien colocados. Lensky, tuvo su piel en el tenor Vadim Zaplechniy, de color algo emborronado, buena proyección y excelente recreación de novio humillado pero elegante y valiente. Su aria del adiós, una de las más hermosas de toda la historia de la lírica, la cantó con sentimiento, convicción y matiz. Por último, el papel protagonista de Onegin fue recreado por el excelente barítono Igor Tarasov, de voz potente, afinada, con buen uso de los reguladores y mejor desenvoltura. El resto conformaron un reparto de campanillas para una producción pobre en cuanto a decorados, con libertades escénicas poco convincentes como el que Lensky se suicide cuando es Onegin quien lo mata, o la presencia innecesaria de éste en escena, que hizo perder fuerza a la acción. Una gran producción.

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