Diario de León

OPINIÓN Miguel Ángel Nepomuceno

De lo excelente a lo sublime

Un momento de la actuación de la Sinfónica de Euskadi

Un momento de la actuación de la Sinfónica de Euskadi

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La magnífica Orquesta Sinfónica de Esukadi de la mano de su director invitado el siempre perfeccionista y riguroso Miguel Ángel Gómez Martínez, nos visitaron por primera vez el pasado sábado en el Auditorio trayendo en sus atriles tres obras de incuestionable carisma y belleza como para haber llenado hasta la bandera el nuevo recinto musical que, sin embargo, se ocupó en menos de la mitad de su aforo pese a que los precios eran de lo más asequible (9, 6 y 3 euros). La Sinfónica de Euskadi es una de esas escasas formaciones con sonido propio que se identifica de inmediato por lo compacto, homogéneo y refinado de sus texturas, la brillantez de su cuerda, afinada y preciosista, y el heroico timbre de su metal, lo que otorga a cada una de sus interpretaciones un halo de rotunda grandeza. Si a esto le añadimos una dirección como la de Miguel Ángel Gómez Martínez, un músico de los de antes, fiel a la tradición de la que es heredero que no basa sus lecturas en efectismos para la galería sino en consideraciones subjetivas producto de una comprensión y de una inteligencia poco común de las partituras que traduce, entonces tenemos ya todos los ingredientes para que cada intervención de esta maquinaria sonora de precisión sea algo que se acerca mucho a lo que llamamos perfección, algo de lo que todos hablan pero pocos tienen la fortuna de conocer. Se inició el concierto con la gran polonesa brillante del Eugenio Oneguin de Tchaikowsky, una de esas páginas de impactante fuerza y formidable gradación dinámica, que catapultaron al oyente hacia zonas de incuestionable exaltación por lo exultante de su construcción y la brillantez del metal. Virtuoso con peligro Continuó el denso programa con una de las obras de repertorio más gratificantes como es el Concierto para violín y orquesta en re mayor de Tchaikowsky con Andrej Bielow como solista, un virtuoso cuya personalidad artística fuertemente definida pone en peligro el conjunto si en el podio no se encuentra un maestro de la talla de Gómez Martínez. Pocas veces tendremos la oportunidad de escuchar a un intérprete con tanta fuerza expresiva y vigor en el sonido como el que Bielow desplegó. El Tchaikowsky tantas veces vilipendiado por su edulcorante sonoridad quedó bajo su arco totalmente difuminado, y el lirismo más exquisito, que no lacrimoso, brotó de su cuerda, afinada y aterciopelada al límite. Partiendo de un arco de fuego y un vibrato poderoso el virtuosismo más despiadado se unió a la transparencia de un sonido que rozó lo inefable, sin caer en lo rutinario, desplegando todo un manual de técnica virutosística que fue desde las dobles y triples cuerdas, ritmos con puntillo, trinos y otras sutilezas melódicas difíciles de describir. La Canzonetta y en especial el Finale fueron toda una lección de fraseo, expresividad y vitalismo contenido al servicio del talento y la imaginación. La dirección de Miguel Ángel sencillamente fascinante, flexible y llena de una originalidad sorprendente que permitió al solista el mayor lucimiento en cada una de sus múltiples intervenciones. Sensibilidad para un hermoso repertorio Concluyó el delicioso concierto con otras de esas obras de repertorio que no por más trilladas es menos hermosa siempre que sea leída con la sensibilidad y la articulación necesarias para hacer de ella ese monumento a la música étnica que Dvorak escribió. La forma cómo Gómez Martínez la sirvió fue sencillamente perfecta, tanto en el tempo como en la diversidad de planos dinámicos que alcanzaron en el Largo la polifonía del fraseo. Tras un Adagio que tuvo en el viento lo mejor de su estructura se llegó a ese monumento a la nostalgia y a la naturaleza como es el canto de Hiawatha. El Allegro con fuoco estuvo presidido por un control portentoso del viento por parte del director granadino. Una orquesta compacta, articulada y afinada en manos de un maestro de la perfección como es Gómez Martínez. Un lujo de concierto.

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