Hasta el siglo XV la Catedral hacía publicidad a través de inscripciones

La Catedral fue el mayor centro de producción publicitaria hasta el siglo XV. Esta teoría es del catedrático Vicente García Lobo, experto en epigrafía, que ayer desvelaba uno de los capítulos más oscuros de la seo leonesa ante una atónita audiencia. El Congreso Internacional sobre el templo gótico, que se celebra desde el lunes en el Auditorio, ha provocado varios cismas sobre tesis aceptadas durante siglos. Por primera vez, García Lobo ha realizado un estudio completo del centenar de inscripciones medievales que encierra la seo leonesa; un número sorprendente en comparación con otras catedrales, que apenas alcanzan la veintena. Durante cinco años García Lobo ha estudiado conciencuzamente las inscripciones, que contienen todo tipo de mensajes, desde funerarios a litúrgicos, laudatorios, exortaciones..., en función de los «públicos» a quienes están destinados, de ahí que algunas aparezcan escritas en latín y otras en romance. La inscripción más antigua es del siglo IX, referida a San Pelayo, aunque no se conserva. Sí se ha mantenido hasta hoy otra del siglo X, colocada en la entrada, y conocida como Locus appellacionis -con esta grafía y no apellationis-. Lobo asegura que hacer una inscripción es algo muy costoso, de ahí que se recurra a ella únicamente cuando se tiene algo importante que comunicar. Según la tesis del profesor leonés, la Catedral era consciente de que la mejor forma de cumplir su misión pastoral era a través, precisamente, de las incripciones, porque llegaban directamente a los fieles. Entre las más curiosas, citó una del siglo XV, grabada en una lápida en la fachada principal, en la que el obispo Cabeza de Vaca concede indulgencias plenarias a los fieles que recen a la Virgen Blanca. También resulta interesante la que figura en una talla del obispo Manrique, del siglo XIII, que podría ser la rúbrica del propio artista, aunque resulta ilegible. El profesor de la Universidad de Oviedo Eduardo Carrero centró su ponencia en explicar cómo la vida de los canónigos influyó en el proceso constructivo de la Catedral y, muy especialmente del claustro, donde se van articulando una serie de dependencias que satisfacen las necesidades de sus moradores. En el siglo XI, cuando los canónigos vivían en la Catedral, se construye una sala capitular, con un dormitorio y un gran patio, pero un siglo después los clérigos viven ya en casas particulares y el claustro pierde la función inicial. En 1170 se proyecta un enorme claustro tardorrománico, adosado a la muralla, que no llega a concluirse. En 1254, se construye otro de estilo gótico, que se finaliza en el siglo XIV. Ángela Franco, una de las mayores expertas en escultura medieval, astorgana de nacimiento y adscrita al Museo Arqueológico Nacional, desató la segunda polémica de la jornada, al adentrarse en la iconografía del claustro. Pese a que los enterramientos, las imágenes esculpidas en los capiteles y las pinturas murales corresponden a diferentes épocas y estilos, para esta experta, existe un hilo conductor, que es la redención. Aunque Ángela Franco es la primera que ha abordado en profundidad el estudio del claustro, algunas de sus conclusiones fueron cuestionadas por algun congresista. La historiadora, que llegó a relatar la existencia de 106 procesiones en este espacio, incluida la primitiva ceremonia de las Cantaderas, sorprendió al auditorio cuando aludió a una imagen de dos aluches «inmortalizados» en un capitel del claustro. Su tesis refrendaría la antigüedad de este deporte autóctono, pese a que otros expertos ven esta interpretación más próxima a las leyendas populares. Igualmente controvertida fue su interpretación de una de las pinturas murales -el descendimiento de Cristo- que, en su opinión, es un palimpsesto; es decir, que habría sido compuesta sobre otra anterior. Ángela Franco lanzó ayer la primera crítica a la conservación de la Catedral, al «exigir» la colocación de cristales para preservar los sepulcros y las pinturas -únicas- del claustro, antes de que se pierdan definitivamente.