Diario de León

OPINIÓN Rafael Torres

El sol de Chumy

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Al final ha conseguido convencernos de que su célebre hipocondría era algo con fundamento: una enfermedad cruel se lo ha llevado. Pero de no habérsele llevado, el sol negro de sus viñetas estaría hoy más justificado, si cabe, que nunca. Ese su sol no era una estrella, sino una luna sobre la que se proyectaba la oscuridad de este mundo injusto, violento y sombrío, figuraría en su viñeta de hoy, al fondo como siempre, rutilante de rayos negros, como un ojo terrible sobre los desastres de la guerra, Chumy Chúmez. Una vez que íbamos a escribir un libro juntos, a pachas, supe que lo de su desmesurada hipocondría no era ninguna pose, ningún cuento. Teníamos que viajar por Marruecos para seguir la pista real del personaje imaginario que habíamos ideado, uno moro de los que alquiló Franco para destruir España. Estábamos con los preparativos de aquel viaje en la frontera entre lo tangible y lo ilusorio cuando un obstáculo descomunal salió a nuestro encuentro: Chumy «necesitaba» la relación minuciosa y exacta de todas las clínicas y todos los médicos existentes a lo largo de nuestro itinerario, así como cursarles el aviso, a fin de que estuvieran preparados, de que íbamos a pasar por allí. No hubo manera de conseguir tal cosa y nos quedamos en Madrid, ya definitivamente instalados en lo ilusorio, soñando con el libro. Chumy Chúmez, gran humorista, gran dibujante y mejor pintor, no tenía miedo a la muerte (de chico convivió con ella bajo las bombas de nuestra guerra), sino a la insoportable eventualidad de no seguir viviendo. Adoraba la vida, incluyendo en ella, como buen aprensivo, la enfermedad. Por eso hoy su chiste, iluminado por el sol negro que era su logo y su firma, habría venido más triste, más melancólico, más Chumy Chúmez que nunca. Descansa, hermano, en paz.

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