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Max Cotilla Con el corazón en la mano

Las subastadoras

Publicado por
León

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La revista que saluda abre sus primeras páginas con la dama del castillo que no es otra que Jane Seymour. Sonríe la artista tras los ampliso ventanales de su mansión medieval mientras se cambia de vestido y se pone sencilla y natural para mostrarnos los cipreses y la sala del piano. Hasta aquí todo normal, pero en esto, llegamos, de repente, a la feria de Sevilla. Mejor dicho, a la de abril en Madrid, o lo que es lo mismo, una juerga campera con tiopepe, palmeros, jamón de pata negra y algún que otro langostino despistado. Cúmulo de estrellas, como Daniela Cardone; reparto de alegrías danzarinas, como La Chunga, y una tal Diana Martínez-Bordíu que sale en todas partes donde hay juerga en las revistas. Aquí le da a las sevillanas con una blusa de moda, japonesa. Pone salero en el remango de los brazos y las palmas. De la noche a la mañana, esta chica tan alta se ha echado fama a las espaldas. Dicen que es novia del Príncipe Felipe. Guzmán cree que es una verbenas de primera y se lo pasa pipa disfrutando. Pues muy bien. Ya era hora que saliera de algún sitio la alegría de la huerta. Además, asistió al concierto de Shakira, al que iba con coletas y vaqueros. Es decir, que tiene guardarropa variopinto. Como su prima, la que quiere subastar los vestidos que se puso en el pasado. Carmen Martínez-Bordíu tiene colección de alta costura en el armario. Con lacitos, tirantes, con puntillas, transparencias. Negros, blancos, de colores. De Givenchy, Dior, Chanel, Scherrer, Ives Saint Laurent o de Ungaro. También diseñadores italianos. Vende todos porque sí. Lo mismo que se ha ido a vivir a Cazalla de la Sierra, vende los vestidos porque es libre. Está bien, pero me temo que no podremos ir a la subasta porque no pegaría nada un encaje de VErsace colgado de un rosal de la playa del Bernesga. Mejor ir preparando los bikinis, como algunas. Mientras tanto, en Nueva York, se subastaban los trajes de Audrey Hepburn, también de modistos de París con buenos cortes y a la chita más callando, Terelu, mi Terelu, tiene novio. Lo dice la revista que no llega a media hora. Es un periodista de deportes, un tal José Manuel Estrada, al que no hay que confundir con el reportero Romero, en primer lugar porque no se llama José Manuel y en segundo, porque no es él. Ni con Ricardo, que hace tiempo que no pisa la sección de Deportes de ninguna parte que yo sepa. Es otro el novio de Terelu. Coincidieron en Madrid, en la misma fiesta, en el mismo hotel y en el mismo restaurante al día siguiente. Ya es casualidad. Pero a Terelu le disputan las portadas otras chicas. Claudia Schiffer sin tener que ir al espacio, por ejemplo. Sale con su Caspar, un gracioso pelopincho morenito con edad de unos tres meses. Claudia es una madre modelo que lleva al niño en brazos por los pasillos, la cocina, el dormitorio y otras estancias de la casa con unos señores que hacen fotos y se ponen narices rojas en la cara. Dicen que es una costumbre que tienen los ingleses. Ellos. También sale Sabrina, que se casa en Alicante con su Ángel. Lo curioso es que no salen en portada ningunos de los triunfos, que ya es de agradecer. Salen dentro y una tal Begoña, novia de Bustamante, dice que le enamoró del cantante su patente sencillez. Ya lo captó Alba ayer en claro. Si llega a ser amor porque es complejo el operado del andamio, nos da el plus de maracús (un telele). Y la revista semanal saca bodas a mansalva. El Cordobés con Virginia en la boda de su hermano; y la de Macarena Botella, cuñada del presidente del Gobierno. En ella está Ana Aznar Agag con un vestido chino. (Está claro, lo oriental está de moda). También sale Raphael, casi nuevo y sonriente. Sólo queda citar en las playas de Ipanema, Brasil, a una pareja real de vacaciones. Mette Marit en bikini con Haakon. Se bañan en el agua sin temer los tiburones. Y no hay más. Bueno, Jose, a reponerse del todo antes de junio que hay que pasear por la orilla del Bernesga, no vaya a ser que el alcalde ponga las palmeras caribeñas en la arena de la playa y nosotros no estemos preparados para ello. Al loro.