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Un catedrático atribuye «Duelo a garrotazos» y «Peregrinación a San Isidro» al hijo del pintor aragonés, y el equívoco a los trapicheos del nieto del artista

Las pinturas negras ¿son de Goya?

Las sospechas sobre la autenticidad de la obra atribuida a Francisco de Goya (en total,

«Duelo a garrotazos» y «Peregrinación a San Isidro», los dos cuadros cuya autoría se pone en duda

Publicado por
Tomás García Yebra - MADRID.
León

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Primero fue la historiadora británica Juliet Bareau-Wilson niega que El coloso, La lechera de Burdeos, y Saturno devorando a su hijo sean del pintor aragonés. Ahora es el catedrático de la Complutense: «Una lectura atenta de los documentos existentes nos llevan a la conclusión de que estas pinturas fueron pintadas en una época posterior a la muerte de Goya (1828). Ningún amigo ni artista contemporáneo a Goya alude a estas pinturas», añadió. A su juicio, el Inventario Brugada (el primero que se refiere a las «pinturas negras») «no puede ser de 1828, como se ha venido sosteniendo», pues «hay expresiones en él que se empezaron a utilizar en el último tercio del siglo XIX». El argumento más demoledor de Junquera es el referido al espacio físico donde se realizaron, la Quinta del Sordo. «Los documentos que los historiadores han manejado tradicionalmente hablan de escenas pintadas en la segunda planta, pero la Quinta del Sordo, en origen, sólo tenía una planta. La segunda se la añadieron sus descendientes una vez muerto el pintor». Junquera piensa que las «pinturas negras» (14 óleos realizadas entre los años 1820-23) pudieron salir de mano de Javier Goya (el único hijo que sobrevivió de los que el pintor de Fuendetodos tuvo con Josefa Bayeu). «Goya habla de la destreza que tenía su hijo con los pinceles», dijo Junquera. Las «pinturas negras» carecen de firma, otra de las razones que arguye este experto para dudar de su paternidad. «Javier no se consideró nunca un artista; pintaba por afición». Un nieto especulador Parece ser que una de las piezas clave de este rompecabezas es el nieto del pintor, Mariano Goya, un sujeto que se dedicaba a especular con terrenos, préstamos y, por supuesto, con los cuadros de su abuelo. «Goya le regaló la Quinta del Sordo en 1823. A la muerte de éste, Mariano intentó sacar el máximo provecho a la venta de la Quinta y dijo que las paredes habían sido decoradas por su abuelo». De origen maño, como Goya, Junquera argumenta que «aunque las «pinturas negras» no sean de Francisco de Goya, su calidad es indiscutible». Comerciante marrullero y sin escrúpulos, Mariano Goya pudo vender como auténticos muchos cuadros de su abuelo que sólo eran copias o pinturas de Javier Goya. Respecto a las obras cuestionadas por la experta británica, Juliet Bareau-Wilson, no se quiso pronunciar. «No me gustan las polémicas», sentenció. «Estas cuestiones no se pueden saldar con unas declaraciones en un periódico; el marco para hacerlo sería un comité científico internacional». El nuevo simbolismo que puede adquirir Saturno devorando a su hijo (si fue pintado por su hijo Javier podría representar a Goya devorándole) no entra en las cábalas de Junquera. «Cualquier imagen es susceptible de múltiples interpretaciones, pero, insisto, si queremos saber de verdad lo que ha ocurrido con Goya hay que hacerlo desde una perspectiva científica». El nerviosismo de El Prado El estudio de Junquera saldrá próximamente en inglés, en un libro editado por Stala. Junquera lanzó balones fuera al ser preguntado si la editorial londinense ha recibido presiones del Museo de El Prado para que no se publique su ensayo. En un primer momento respondió que lo que habían publicado algunos medios de comunicación «era un malentendido». Minutos después admitió que hubo una reunión entre representantes de El Prado y de la editorial. Si el buque insignia del Museo del Prado fuese torpedeado y se quedara en el chasis, el varapalo para la primera pinacoteca de España podría tener consecuencias catastróficas.

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