Pintando sueños

Las apariencias engañan, la pintura de Isabel Villar, que estos días expone en la galería Arte Lancia, no es sencilla, ni es ingenua, ni mucho menos intrascendente. Sus ángeles distraídos y juguetones, sus odaliscas virginales abandonadas en plena naturaleza, sus idílicas fieras, poseen la notable intención de seducirnos, de hacernos prisioneros en un mundo mágico cuyo hechizo liberador solamente la pintora conoce. Es una trampa, una hermosa trampa en la que caemos con sumo deleite. Cuenta Isabel Villar, pintora nacida en la muy ilustre y universitaria tierra salmantina, que sus personajes existen desde hace muchísimo tiempo pero que «solamente se incorporaron a los campos de Castilla, a esas inmensas llanuras cerealistas, con motivo de la exposición itinerante que realicé», patrocinada por la Junta, en el año 2000. «Creo que la incorporación de los ángeles, las mujeres y las fieras al paisaje castellano ha tenido un resultado sorprendente y gratificante. Ver caminar un tigre o un rinoceronte por la meseta es, desde luego, sorprendente», manifiesta. Viendo sus pinturas nos sentimos inclinados a acompañar en silencio a las mujeres que descansan su belleza en los interminables campos de pan de Castilla, sentimos profundamente la ingenua presencia de sus niños decimonónicos y compartimos el milagro de las fieras africanas adueñándose de las tierras del Cid o del Padre Isla. Isabel Villar es una artista absolutamente original, que está más allá de cualquier moda. Esa pintora duce que hace ya muchos años que «comencé a pintar y siempre me ha horrorizado el seguimiento de la moda. Cuando incorporé estos temas a mi pintura se vivía el auge del abstracto, pero yo mantuve mi interés por hacer algo original y distinto. Y sigo en ello, a pesar de que estoy profundamente interesada en el arte que hacen los demás, en otras corrientes artísticas, siempre intentaré ser yo misma». Sus obras tienen como uno de sus ingredientes principales la ironía. Hay tremenda ironía en el lobo feroz que lanza su aullido prepotente mientras comparte escenario con unas tranquilas ovejas. La ironía está también presente en el solitario león que se hace emblema de una Castilla dormida bajo el sol. La pintora inventa sus cuadros desde una perspectiva infantil, deformando los escenarios y las figuras a su gusto, a su conveniencia, pero manteniendo siempre una alta dosis de belleza. Cuando pinta se olvida de los dictados académicos y procura impregnarse de poesía. Preguntamos a Isabel Villar si sus ángeles se encuentran a gusto en los escenarios que les propone y ella lo tiene claro: «Eso habría que preguntárselo a ellos. Comencé a pintarlos cuando me dí cuenta de que plásticamente son una elemento bellísimo, por eso quise ponerlos en este mundo. Les he llevado a las Olimpiadas de Barcelona y a Nueva York. He querido que mis ángeles estén en todo el mundo, en todos los sitios, que pueblen la tierra para intentar solucionar algunos de nuestros graves problemas». Respecto a si ha pintado algún ángel negro «solamente una vez pinté uno. Creo que sería muy tópico, pienso que ser blanco o negro tiene poca importancia, todas las razas somos iguales y entre los ángeles tiene que suceder lo mismo». Un sueño, un retorno al Paraíso Perdido, un viaje al mundo inventado del país de Nunca Jamás, un mensaje de paz, la reivindicación de la armonía del universo... y un deleite visual. Todo esto y mucho más pueden encontrarlo en la exposición de la salmantina.