Diario de León

OPINIÓN María Jesús Muñiz

Regresa el latido

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León

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El regreso del Trancantábrico a León vino teñido de acontecimiento cultural, de una mezcla de renglones y raíles de la mano de veinticuatro escritores que plasmarán en un libro sus experiencias en este viaje. Pero el tren de Feve para los leoneses es algo más, es también un rail anclado en el corazón de las gentes del Torío, de todo el Noreste de la provincia, de aquellos que recorrieron el camino entre el carbón y la siderurgia, de aquellos que volvían de los altos hornos al pueblo en un renqueante asiento de tablas que se clavaban en el trasero. Más tarde fueron asientos de escay, que también se pegaban, sobre todo en los calores y sofocos del verano. En buen tiempo, el tren de Feve regaba el camino de la montaña con excursionistas de bocadillo y bota de suela gorda, de colegios en busca de peña y desfogue. El tren era también el reloj de las tierras por las que serpentea la vía. «Arrea a comer, que ya pasó el correo». «Recoge y marcha, que viene el mixto». Las máquinas eran el tiempo y el tempo que abrió camino hacia otros mundos. Algunos salieron del pueblo por primera vez siguiendo aquel sinuoso camino de hierro. Posaron la azada unos días para sumarse a la modernidad aquella del viajar, y se asomaron al mar, a aquel mar lejano de Bilbao. Había allí máquinas mucho más grandes que estas «belgas» que les llevaban y traían a la capital, barcos enormes y altos hornos en los que muchos leoneses hundieron nuevas raíces en busca de progreso. «La Feve», su situación crítica en los últimos años, era para un buen número de leoneses un latido agónico. El tren que desde este mismo mes cruzará de nuevo las vías hasta Bilbao parece un soplo de aire fresco frente al aislamiento. La vía late. Vuelven el correo y el mixto, disfrazados ahora de modernos formatos de cercanías, con asientos de suave terciopelo gris y dibujos de chillonas formas geométricas. Y es que son otros tiempos. Pero vuelve el tren.

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