Diario de León

Cristina García Rodero presentó en la sala Provincia «Rituales en Haití»

En el corazón del vudú

La artista manchega Cristina García Rodero, ayer, ante una de sus obras

La artista manchega Cristina García Rodero, ayer, ante una de sus obras

Publicado por
M. C. Santos - LEÓN.
León

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A Cristina García Rodero los cientos de fervientes seguidores del vudú que practican sus ritos en el espectacular escenario de La Cascada, en el caribeño Haití, la llaman La Blanca, porque habitualmente es ella la única persona «extraña», que asiste a la celebración de sus complicados ritos. La gran fotógrafa española (Puertollano, Ciudad Real, 1949), está dedicada por completo desde 1990 a un proyecto que ha titulado genéricamente El cuerpo y el espíritu, en el que intenta contar, a través de increíbles imágenes en blanco y negro, las contradicciones, los contrastes, las realidades y las fantasías de la eterna relación entre lo humano y los divino. Para ello ha recorrido toda España y muchos otros países, sobre todo de Iberoamérica, intentando recoger los ritos, las ceremonias, las procesiones, las peregrinaciones, de unas gentes que tienen como lazo que les une la creencia en el mas allá, unas veces canalizado a través de las religiones tradicionales y otras de ritos paganos, de restos tribales de civilizaciones primitivas que han acabado por mezclarse y confundirse con las religiones oficiales del mundo occidental. Y fruto de esta larga investigación, resultado de este ingente trabajo, es su serie de obras dedicadas a Haití y a las ceremonias del Vudú, en las que trabaja desde 1997. Ahora, los resultados de esa intensa labor llegan en forma de casi un centenar de fotografías a la sala Provincia. Comenta su director, Luis García Martínez, que «esta muestra se centra en la realidad cultural y social de Haití, cuna del exterminio de las poblaciones autóctonas y uno de los países del esclavismo más feroz, pueblo que supo alcanzar su liberación pero que no ha podido salir de la miseria. Haití, universo sincrético por naturaleza, en el cual perviven las raíces más ancestrales de la cultura africana con la cultura europea. Cristina García Rodero se acerca, con gran profundidad interior y visión plástica, al mundo mágico e increíblemente maravilloso de la religión, el vudú y el carnaval, entre otros temas». La Cascada es un lugar mágico donde los nativos peregrinan para celebrar sus ritos, para reunirse en un canto a la naturaleza en el que se mezclan Santiago Matamoros y la Virgen del Carmen con Obú, el dios de la guerra, el hierro y el fuego, y Ecilí, la diosa del amor y la fertilidad. «Hombres y mujeres -cuenta la autora- se juntan en una celebración en la que están presentes el barro purificador, el ron que ayuda a entrar en trance a los practicantes, la música, el baile, el sexo y grandes cantidades de fe. Fue bastante complicado que me permitieran asistir a estas ceremonias, pero poco a poco he conseguido ser uno más y, aunque algunas veces no me han permitido hacer fotografías, he logrado pasar un tanto desapercibida y convertirme en un mudo testigo de unos ritos que en un corto espacio de tiempo se van a convertir en una más de las religiones oficiales de la isla». Christian Caujole cuenta así la ceremonia: «Bajo la cascada sublime, que rebota de roca en roca refractando la luz, ellos -y ellas- se juntan, se acarician, se tocan, mientras que el agua los exalta, los lava... y se convierten en seres cuyos cuerpos de arquitectura perfecta son un himno al amor que vinieron a implorar. Bajo los árboles que filtran una luz calma, Eva se cruza con un Adán indiferente, mientras que una poseída exhibe su sexo y se empapa de alcohol hasta saciarse». Comenta Cristina García Rodero que en el fondo los ritos de todos los pueblos tienen muchos puntos de coincidencia a pesar de su aparente diversidad, «cambia la forma, la expresión, pero el fondo está siempre en las mismas raíces: la adoración primitiva al cielo, a la tierra, al fuego, al agua, al aire...». Y todo esto está contenido en unas fotografías de altísimo valor plástico, en las que Cristina García Rodero muestra su regusto por las diferentes texturas: el barro, la aterciopelada piel de los nativos negros, el agua, las ropas mojadas actuando como segundas pieles, un ejercicio sobresaliente lleno de cualidades estéticas. La exposición podrá verse hasta el día 15 de junio.

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