Diario de León

FERIA DE SAN ISIDRO

Desgana y peligro

El novillero Salvador Cortés en un momento de riesgo en un quite en el primer toro de la tarde

El novillero Salvador Cortés en un momento de riesgo en un quite en el primer toro de la tarde

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Barquerito - MADRID.
León

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Un clásico de San Isidro: la novillada de santacolomas de La Quinta. Pero esta vez muy por debajo de lo que venía siendo habitual. Ni para el ganadero, ni para el público ni para los toreros. Distraído y abanto de salida, desigual en el caballo -suelto de la primera vara, fijo sin entregarse en la segunda- y pronto en banderillas, el novillo que abrió no llegó ni a definirse. Frío. La cara arriba por el pitón izquierdo, y sin emplearse ni una sola vez; y a media altura, mas dócilmente por la otra mano, pero sin tranco ni compás, sin meter los riñones. Luis González, un apenas conocido novillero de Ávila, lidió con oficio y decisión, se lució en dos quites, un primero por chicuelinas y, por verónicas, un segundo de réplica a otro ceñido de Salvador Cortés con el capote espalda en su turno. Muleta en mano, faena en los medios. Con decisión y prisa. De las que tienen que romper de golpe o no son, y ésta no fue. El aire justo. Y toro apagado. Se fue a esperar a porta gayola y tropezadamente al astifino cuarto, playero de pitones, corto y hondito. Un novillo bravucón en una primera vara tomada en arreón, manso y escupido en una segunda que fue un picotazo y suelto de una tercera bien pegada. Cobardón y a la espera, cortó en banderillas y, una pizca gazapón, tomó la muleta a media altura en viajes frenados y rebañaditos. No fue ni sencillo ni imposible, pero sorprendió mucho al joven Luis González, embarcado en faena trabajadora y reiterativa. Por una y otra mano sin que pasara demasiado. La estocada, atracándose de toro, fue soberbia. Y letal. El sexto, que González tuvo que matar por cogida de Manolo Martínez, tuvo mucha, muchísima cara, y no mal aire. Cabeceó en varas, empujó poquito y, muy sin brío, duró en la muleta casi nada. Venido abajo, se defendió enseguida: metiéndose en los embroques, buscando. Muy digna la manera de estar e intentarlo de Luis González, pero sin encontrar en el toro fondo. Porque no lo tenía. Cansada, la inmensa mayoría de la gente pidió brevedad. La hubo, porque con la espada estuvo el torero seguro de nuevo. El segundo, cuajadito, sacó de salida temple y galope, son humillado y suave al reclamo de unos finos lances de recibo; cumplidor en varas, pronto en banderillas y, dentro del estilo santacoloma, dócil después. Novillo de buen juego, pero de ritmo desigual. Para torero puesto, no sólo dispuesto. Disposición, por parte del sevillano Salvador Cortés, toda o casi toda. La posición, no tanto. Con la izquierda, de frente y de uno en uno, le sacó al toro de Conradi cuatro o cinco muletazos soberbios. Cuando quiso ligar o torear por arriba, la empresa flaqueó. Fue larga y tesonera la faena. Y su remate de ella, por bernadinas, ligeramente inadecuado. Las manos por delante, a la defensiva, violentado, a cabezazo limpio, el quinto, muy abierto de pitones, que se dejó en el caballo pegar sin más, pareció de partida un saco de problemas. No lo fue tanto. Pero su embestida desigual y desganada, a veces al paso, a veces distraída y como repensada, no resulto tampoco cómoda. Algo frío Salvador Cortés, pero entero, tranquilo y firme. Cuando trataba de poner al tercero en suerte para la primera vara, Martínez tropezó por culpa de un acostón del toro por el pitón derecho, fue desarmado, perseguido, alcanzado, volteado y herido. Gesto del novillero cordobés: no mirarse siquiera. Volver al tajo como si nada. Brindis al público. Pero sopló el viento. Y el toro, enterado por la mano derecha, tuvo siempre al torero a la mano y a la vista. Orientado, el viaje finalmente desganado, que fue nota común. Y trabajo difuminado de Martínez, que remató bien con la espada antes de meterse en la enfermería. No era el San Isidro con que soñaba.

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