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FERIA DE SAN ISIDRO

Serafín Marín, primera sorpresa

El diestro Serafín Marín pasea la oreja cortada en Las Ventas

Publicado por
Barquerito - MADRID.
León

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El primer triunfador de San Isidro lo fue por méritos propios y grandes: Serafín Marín. Y lo fue por sorpresa, porque nadie contaba con este joven torero catalán que hace un año ni siquiera había tomado la alternativa. Con dos sobreros de circo, una conmovedora exhibición de valor. Grandullón, mansito, flojo, con desbravado son, el primer sepúlveda, se dejó pegar en el caballo y manejar en la muleta. Pero, toro de celo cero, cansino y apagado, ni creó problemas ni sembró emociones. Algo envarado, empeñado en monótono trasteo por las dos manos, Rafael de Julia resolvió con delicadeza y decoro. Todo, fuera de las rayas, y hasta en los medios donde casi dormido se sujetó el toro y a su modo se vino. En buen terreno la historia pero sin hilván ni brío. Y, luego, ninguna opción con un cuarto de aparatosa cara -arremangado, muy astifino- que, zurrado en el caballo, escarbó pronto y se rajó en nada. Buscó las tablas y, acobardado, renunció a la pelea. Muy fácil con él Rafael de Julia, que mató estupendamente. Pero no pasó más que eso. Descolgó enseguida el segundo, un toro de largo cuello y tranco bueno que se definió sin esperar. Fijo bajo el peto, sueltecito tras cobrar, alegre y a más después. Ocasión propicia. En su quite, Serafín Marín se lució por firmes y limpias gaoneras. A principio de faena, bien asentado y sereno, Iván Vicente pareció acompasarse con la mano derecha, por donde repitió amplio el toro. Fue faena a menos cuando más arriba se vino el toro, que, pese a ser de lógica pura, le vino grande a Iván. Por el izquierdo no tuvo ni de lejos el son de su otra mano. Y escarbó, porque, incluso con su alegría, tuvo hasta morir su sombrita de manso. La estocada, al segundo viaje, fue muy buena. Lo fue también la que tumbó al quinto de corrida. Estocada por el hoyo de las agujas y cobrada despacito. Pero aquí pasó, como en el turno previo, que la faena no estuvo a la altura de la estocada. Ni a la del toro, que, justito de raza, fue de calidad, cobró más de la cuenta en el caballo y lo pagó. Con son en el capote -de salida al galope, y por abajo en un bonito quite a la verónica de Marín- y pronto en banderillas; claudicante en la muleta por lo sangrado pero noble de verdad. De templarse mucho con él. Faena de buenas intenciones, pero de torero demasiado bisoño. El sobrero de Navalrosal que Serafín Marín mató por delante contará a final de abono como uno de los más peligrosos de la feria. Por su agresividad al defenderse, por su violencia, por su genio de manso. El estilo del toro fue evidente casi desde comienzo, pero dio igual: valentísimo, Serafín arriesgó lo que no está escrito. No le descompusieron trallazos ni hachazos. Ni le hizo temblar una fea cogida traicionera de la que salió ileso. Sorprendió ver torero tan impasiblemente entero en circunstancias tan difíciles. Con otro sobrero, de Palomo Linares, no tan temible como el de Navalrosal pero todavía más armado, Serafín volvió a dejar huella. Ahora sin sorprender. Un toro al trote y con la cara a media altura, sin fijeza, midiendo, probando y mirando. A cabezazos, puesto por delante. Difícil de verdad. Y asombrosa la serenidad del torero catalán, entregado sin el menor temblor, impuesto al toro sin exagerados alardes, sencilla y divinamente. Faena al robo, de sacar muletazos engañando al toro, que se frenaba y negaba. Una emoción tremenda porque el riesgo era monumental, una estocada espléndida y una oreja de ley, de las que cuentan y de las que ponen en órbita a un torero nuevo. Mañana se celebra la quinta de feria de San Isidro, con Joselito, Fernando Robleño y Matías Tejela, que confirma alternativa, en el cartel; y toros de El Ventorrillo.

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