Diario de León

«Los golpes han decidido mi vida, aunque la hayan hecho más difícil»

El escritor leonés Raúl Guerra Garrido acaba de presentar 'Cuaderno secreto', una novela en la que salda una deuda con su abuelo y donde recupera las leyendas de El Bierzo. La felicidad del melan

Guerra Garrido recupera leyendas fascinantes de El Bierzo en su última novela

Guerra Garrido recupera leyendas fascinantes de El Bierzo en su última novela

León

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Todo comenzó en el verano del 2001, cuando un atentado en su farmacia del País Vasco destruyó las notas que dejó escritas su abuelo, José Garrido, boticario de Cacabelos. Así nació Cuaderno secreto. -¿No está harto de vivir en el País Vasco? -Elegí en su día vivir allí y mis hijos son donostiarras. Por supuesto, no me voy a ir porque lo diga alguien. Ya no es el sitio acogedor que conocí. Probablemente, hoy no me habría quedado. -¿Quién era José Garrido? -El abuelo boticario de Cacabelos, que he sacado tangencialmente en otras novelas. Era un hijo de la Ilustración, con sentencias paradójicas. En el libro he intentado anotar aquello que no tenía explicación o él no podía darla. Es el personaje que he querido poner en valor en este libro, a través de un manuscrito que no es un diario, sino un libro de anotaciones. Cuaderno secreto es la memoria mía que acude a la llamada de ese anecdotario un tanto inverosímil. -¿«Cuaderno secreto» es una deuda con su abuelo o con El Bierzo? -Es lo mismo; mis infinitos primos, las viñas, el kilómetro 400 de la N-VI... eso configura la memoria que he tratado de convertir en literatura. Revivir un tiempo feliz. -¿Cree en brujas y unicornios? No. Soy muy racionalista, pero cuando vas a un castillo y te encuentras a un fantasma, tratas con él como si existiera. Todo lo que ocurre, es posible... -¿Cacabelos recuerda las leyendas que usted recupera en esta novela? -El autóctono que convive con una realidad, no la considera prodigiosa. He podido observar más ese matiz mágico y un tanto cazurro del berciano porque no lo vivo cotidianamente. Todo está plagado de historias. Alguien me dijo: «Nunca escribes nada de El Bierzo». Con El año del wolfrang me reintegré a esa memoria y así se sucedieron las demás novelas. La presencia de las minas, Las Médulas, el Camino de Santiago... han tenido que influir en ese carácter y a mí me gusta investigarlo narrativamente. -Todo tiempo pasado... -Nos pilló más jóvenes; y eso es lo importante. -¿«Cuaderno secreto» es un libro de memorias o de viajes? -Una encrucijada de cosas. El hecho de que se haya publicado, también es una encrucijada. -¿En julio del 2001 le cambió la vida? -No. Toda mi vida he sido un magnífico encajador. Los golpes han decidido mi vida, aunque la hayan hecho más difícil. -¿Entiende el conflicto vasco? -Como diría Josep Pla, «es sistemáticamente ininteligible». Con un punto de partida que es el gran problema: el nacionalismo no se puede traducir en conductas políticas. -¿Ha pensado regresar a El Bierzo? -Siempre. Pero la magia es esa, pensar en volver. Pero si me hubiera quedado, habría dicho: ¿por qué no nos vamos al Mediterráneo? -¿En León su libro tiene una lectura diferente? -Sí. Nace al desaparecer la farmacia y coincidió con un proyecto para sacarlo en los libros de La Candamia, de Edilesa. Desgraciadamente, no ha podido ser. Por lo visto, en algún momento dije que me abriría las venas por estar en esa colección y espero que algún día así sea. De todas formas, estoy muy contento con el libro y había que decirlo en León. -¿Por dónde empieza a escribir un libro? -No sabría decirlo. Al hecho material de escribir le han precedido muchas horas de pensamiento. Puede que comience cuando tienes una idea que empieza a obsesionarte, aunque se prolongue muchos años antes de escribirla. Cuando inicio una novela, sí me vuelvo un poco «oficinista». -¿Si no hubiera sido por un atentado nunca habría escrito sobre su abuelo? -Con el protagonismo de Cuaderno secreto, probablemente no, aunque aparece en otras novelas. El incendio de la farmacia, aparte de la desaparición del manuscrito de mi abuelo, me hizo reaccionar para no perder su recuerdo. Una reacción ante el fatum. -¿De qué se arrepiente? -De no haber disfrutado más; y si no lo hice, es porque era pecado y no pude saltarme las barreras. Conscientemente, no he hecho daño a nadie, y esa sería la única razón para arrepentirse. No cambiaría nada esencial en mi vida. -Dos razones para escribir -Para vivir y para sobrevivir. No entiendo mi vida sin la novela. La literatura se ha mostrado en los momentos difíciles como un buen refugio. -¿Cómo se imagina a sus lectores? -Es difícil. Supongo que serán muy variopintos. Sabes que alguno tienes y supones que la relación con algunos será tan apasionada como la que yo tengo con otros escritores. Si intento personificarlos, me surge una timidez absurda. -¿A qué ha renunciado en la vida? -Por orden cronológico, a ser buscador de tesoros, geólogo, llegar a pie al Polo Sur, taxista... Quería ser 20.000 cosas, todas atravesadas por el hilo de la curiosidad. De pequeño me fascinaba cualquier letrero que prohibiera el paso. Había dos cosas para mí fascinantes, la investigación científica y escribir novelas, las dos formas ideales en España para morirse de hambre. Abandoné la primera y no podía dejar escapar la segunda. -¿Por qué una tierra inhóspita como León genera tantos escritores? -Hay casualidades. Una vez nos reunimos un grupo de escritores en Cármenes para abordar esta cuestión y no llegamos a ningún acuerdo. Creo que es una conjunción feliz de los astros. Y la gente joven tiene unos modelos más próximos, que le pueden incitar a la lectura. -¿A qué le rinde tributo? -A la dama de mis sueños, a la verdad, a la belleza y a la honradez.

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