Diario de León

«El escritor es un recogedor de voces»

León

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Afirma que la poesía le volvió la espalda, pero en todo lo que dice hay una gran belleza. Habla pausadamente, escogiendo las palabras y haciendo frases que suenan a música. Gustavo Martín Garzo presentó ayer en la Feria del Libro de León su último trabajo, El libro de los encargos. Pese a lo que pueda indicar el título, él la considera su obra más personal. -Usted ha dicho que la literatura no sirva para amueblar nuestra vida, ¿y para soñar? -La literatura sirve para soñar, pero hay que ver qué sentido damos a esta palabra. Gracias a los sueños el hombre es capaz de agrandar la realidad. El soñador es el que abre territorios nuevos. Siempre nos hacemos preguntas sobre lo que somos y sobre el mundo y ello exige adentrarse en lo desconocido. El escritor es el que explora los sueños. -¿La literatura ha cambiado su vida? -No creo que la literatura sea diferente a la vida. Mi vinculación con la literatura, primero como lector, es una manera de estar en la vida. Mi vida habría sido distinta si no hubiera leído. -¿La poesía la dejó aparcada en la adolescencia? -Me dejó ella a mí. Empecé escribiendo poesía y era lo que deseaba escribir. Pero los poemas no me gustaban, me parecían forzados. De esa decepción surgió el narrador. Soy un poeta frustrado. Sigo siendo gran lector de poesía, pero no he vuelto a intentar escribir un verso. -¿La secreta ambición de un escritor es que le paguen por contar su vida? -El dinero es un asunto menor. Un escritor desea poder vivir de sus libros, pero, por encima de todo, es un trabajo, que exige gran esfuerzo. Sí es un privilegio que alguien pueda hacer lo que le gusta y vivir de ello. Pero lo que realmente desea un escritor es que haya alguien que le escuche. -¿Y sabemos escuchar? -Algunos mejor que otros. El lector es alguien que ofrece su vida para que suenen las voces de otros. Gracias a la lectura, cualquier ser humano se puede abrir a mundos y a seres diferentes. El mundo está lleno de voces, de seres que cuentan su vida. Y el escritor es un recogedor de voces. -¿Las vidas de los escritores son siempre interesantes? -Claro que deben serlo, no por grandes acontecimientos o porque hayan vivido grandes aventuras. Lo importante es que lo que vivimos lo hagamos interesante, hasta lo más minúsculo. Es la idea de lo valioso. ¿La vida vale algo? El escritor y el lector así lo creen. La mayoría de las veces lo valioso está en lo insignificante. La literatura nos enseña a valorar lo cercano. -¿Siempre acaba todos los libros que empieza? -De joven me metí en un barullo de libro en el que estuve siete años y con el que no pude. De aquel desastre aprendí lo poco que sé de este oficio. Desde entonces he tenido la fortuna de acabar todos los proyectos, con más o menos fortuna, aunque mantengo el temor. -¿Cada vez hay más escritores y menos lectores? -El número de lectores ha aumentado. Si se venden más, creo que es porque también se leen más. Partíamos de una situación cultural muy deprimida. En mi época ni siquiera se leía en clase. La enseñanza se basa en asignaturas que se mueven en el ámbito de la razón, pero no hay huecos al mundo de las emociones. La literatura se dirige a esos aspectos y es muy importante esa educación de sentimientos, que la ofrecen los grandes libros. -En «El libro de los encargos» reúne trabajos «impuestos». ¿Puede un autor ser libre si escribe por encargo? -La conclusión a la que he llegado es que siempre se escribe por encargo. Hay veces que el interlocutor está muy definido, cuando piensas en quién va a leer el ibro; y, aún no sabiéndolo, ese libro es como si te lo pide alguien y por eso te pones a escribirlo. Del mismo modo, vivimos en la medida en que somos reclamados por los demás. En estos textos está lo mejor de mí mismo. Son tan míos como puede ser una novela. Creo que, a pesar de lo que pueda parecer, es mi libro más personal. -¿De qué culpa a la sociedad? -Vivimos en una sociedad muy autosuficiente y demasiado satisfecha de sí misma. Hemos mejorado mucho, pero no todo el mundo. Hay zonas que están peor que nunca; y algún tipo de responsabilidad tenemos en eso. Uno sospecha que su bienestar se debe a que otros muchos viven en peores condiciones. Hay una falta de justicia. La revolución francesa predicaba la libertad, igualdad y fraternidad. Nuestra época ha puesto énfasis en la libertad, pero sin justicia no es nada. Nos hemos olvidado de la solidaridad. -¿Qué le inspira? -Todo. Tal vez la cualidad más importe de un escritor es la atención. Estar atento a lo que sucede alrededor. -¿Cómo gesta un libro? -Poco a poco. Surge por un recuerdo, por algo que sucede, por una frase, una lectura... Y cuando surge con suficiente fuerza es cuanto te pones manos a la obra. Es como un embarazo, casi incosnciente, casi no lo percibes, crece un poco al margen de la voluntad de la madre. Luego se nota que está ahí y lo tienes. Uno sospecha que su bienestar se debe a que otros viven en peores condiciones Lo valioso está en lo insignificante. La literatura nos enseña a valorar lo cercano

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