«Fútbol»

Es terrible perder contra Grecia en tu propia casa; aún más terrible es no ser capaz de hacerle un gol a un equipo como Irlanda del Norte. Un 40,2% de la audiencia asistió, perpleja y estupefacta, al espectáculo de impotencia que nos brindaron los futbolistas de la selección española en Belfast. Prácticamente la misma proporción que el sábado vio un ejercicio gemelo ante Grecia. Eso eleva a cifras respetables el número de damnificados. El sábado, a Míchel le echamos en falta algo más de acento crítico para con «los nuestros»; ese defecto lo compensó satisfactoriamente el miércoles con una interpretación bastante objetiva de las carencias de la selección: fuerzas muy justitas, poca capacidad de concentración, garra más bien roma, falta de ideas al llegar a gol. Junto al valor objetivo del comentario, añadamos el luctuoso semblante de José Ángel de la Casa y del propio Míchel ante el desastre: el sábado, el gesto era de sorpresa; el miércoles era ya de franca zozobra. Si esto le hubiera pasado a Clemente cuando entrenaba a la selección, ya tendríamos los periódicos llenos de exigencias de dimisión inmediata. Dos disgustos consecutivos en tan poco tiempo son difíciles de digerir. Sobre todo cuando llevamos tanto tiempo con la murga de la Liga de las Estrellas, la mejor competición del mundo, el «yo jugué contra un equipo español» y toda esa mitología que el fútbol patrio viene desarrollando en los últimos años. Antes siempre le echábamos la culpa a Clemente. Con Sáez eso no pasa. Pero quizás empiece a pasar en breve. Cabe augurar magnas concentraciones de audiencia ante la pantalla.