Diario de León

César Rincón, como siempre La fuerza del lesionado Hasta aquí Un capote con mucho sabor Dos recuerdos Ovaciones a la eficacia

NORBERTO

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León

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César Rincón volvió al ruedo de la Plaza de Toros del Parque, que reinauguró hace ahora diez años, después de varias temporadas retirado de las ferias. Volvió con empuje, sitio y el saber hacer que siempre le ha caracterizado, y que le convirtió en torero imprescindible hace ya una década. Da gusto ver cómo el torero colombiano le da a los toros la distancia que permite verlos sin tapujos. Sitio para que se vengan, sin atosigarles ni ahogar la embestida con la muleta, con el riesgo que ello conlleva. Por lo demás, temple, entrega y valor. El César Rincón de siempre, de nuevo en los ruedos. Se llamaba Verdiales y pesaba 568 kilos. Salió a gran velocidad al ruedo y se partió al rematar contra un burladero. Deambuló descoordinado por el ruedo hasta que fue devuelto. Pese a las lesiones que se le suponían, aún se entretuvo en arrancar de cuajo las tablas de un burladero cuando era conducido a chiqueros. Cuando los toros desaparecen por la puerta de arrastre queda mucho por hacer. La parte que los aficionados no ven. José Miguel Arroyo, Joselito, no tuvo suerte ayer con sus toros. Las faenas de muleta no resultaron lo lucidas que cabía esperar, pese a la disposición del matador. En cambio, su capote sigue desgranando pases de muchos quilates. Verónicas de manos bajas, a pies juntos, remates airosos, chicuelinas,... La familia de María Luisa Castellanos entregó un ramo de flores a Enrique Ponce (en la foto abrazando a su hijo, José Castellanos) para recordar a una aficionada que venía cada año desde Francia para ver al valenciano. El domingo nos dejó también Pepe Sobrino (abajo, a la izquierda), mozo de espadas de Felipe Zapico, y fundador del Club Taurino. Mucho trabajo tuvo ayer Fernando Pertierra, encargado de los corrales de la Plaza de Toros de León. Y lo hizo bien, por lo que fue premiado con grandes ovaciones. Se encargó de algo poco frecuente en este ruedo: devolver un toro a los corrales. Y no lo hizo una vez, sino tres. Con cabestros y sin ellos, Pertierra citó a los toros a cuerpo limpio, los condujo hasta el callejón de chiqueros y consiguió que volvieran a los corrales en tiempo récord. Algo que podía haber hecho interminable la tarde se cumplió con eficacia.

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