Rostropovich dice que el «rock» ha desbancado a la música clásica

El violoncelista Mstislav Rostropovich dijo ayer que el «rock» ha desbancado a la música clásica en Rusia, cuna de grandes artistas clásicos, y denunció los bajos salarios que reciben pedagogos e intérpretes de este arte en su país natal. Rostropovich, que ofreció ayer en Santiago un concierto en el marco del V Festival Internacional de Música de Galicia, acompañado de la soprano Isabel Monar y la Joven Orquesta de la Generalitat Valenciana, confió en que el éxito del rock, que calificó de «moda y fenómeno de masas», «durará poco y la música clásica volverá a estar en una posición muy alta». El afamado violoncelista subrayó que en Rusia todavía hay mucho talento entre sus jóvenes músicos, compositores y directores, lo que, en su opinión, es la «garantía» de que la música clásica resurgirá para situarse en el lugar que le corresponde. En un encuentro con periodistas, el también director de orquesta y pianista, advirtió de que los profesores y músicos de Rusia «tendrán que emigrar» debido a que sus salarios son «tremendamente bajos» y señaló que «el nivel de vida» de los interpretes de la música moderna es más alto porque dan más conciertos y cobran más. Añadió que los grandes músicos o directores rusos con carrera en occidente cobran en su país diez veces menos de lo que ganan por su trabajo en el exterior. Rostropovich, que recordó que él también tuvo que emigrar, aseguró que el que los talentos rusos salgan fuera «no es un pecado» y no supondrá el fin de Rusia como cantera de grandes aristas «porque el nivel de un músico y de su música» depende de lo que lleva dentro. «El que nuestros músicos viajen y adquieran renombre mundial es excelente», dijo el violoncelista, quien apuntó que su propia experiencia en el extranjero «ha servido para demostrar que los rusos estamos capacitados para la música». Durante la conferencia de prensa, un profesor de música ruso afincado en España intervino para expresar su «admiración al dios del violonchelo» y agradecer en público el «gran corazón» del «maestro» que, según contó, en los años sesenta salvó la vida de la hija de un amigo suyo que acababa de nacer, comprando unos medicamentos que necesitaba «muy caros» y que no se podían encontrar en Rusia. Según el profesor, Rostropovich también se encargó de pagar el elevado coste de la intervención de una de sus alumnas, «a la que él ni siquiera conocía». Rostropovich dijo «sentirse avergonzado» de que se hicieran públicas estas anécdotas y se limitó que a decir que «por la felicidad hay que pagar y que si la gente te hace un bien hay que devolverlo».