Cerrar

El artista ofreció una conferencia en Villablino en compañía del escultor vasco Agustín Ibarrola

Arroyo reclama que Laciana sea un «laboratorio» de sostenibilidad

En los cursos de la Universidad Carlos III se debatió la relación entre el arte y el desarrollo rural

Agustín Ibarrola y Jesús Arroyo, a su llegada a la Casona de Sierra Pambley de la capital lacianiega

Publicado por
José Luis Vega - villablino
León

Creado:

Actualizado:

El curso de verano sobre Construcción sostenible en el entorno rural , que estos días se imparte en Villablino, contó ayer con la presencia de dos representantes del arte universal, como fueron Eduardo Arroyo y Agustín Ibarrola, quienes hablaron sobre sus respectivas aportaciones al urbanismo y de la contribución que sus intervenciones en un medio urbano pueden hacer al modelo de desarrollo sostenible. En la mesa redonda también estuvo presente el ingeniero de caminos y economista Miguel Aguiló, además del ingeniero de telecomunicaciones y crítico de música de El País , Juan Ángel Vela. El pintor Eduardo Arroyo empezó dando un tirón de orejas a sus paisanos por no participar activamente en estos cursos de verano, y aseguró que Laciana es la zona ideal para intentar llevar a cabo un modelo de construcción sostenible, ofreciendo esta comarca como «laboratorio» para implantar las diferentes técnicas y teorías relacionadas con esta filosofía que pretende conjugar el desarrollo económico y la sostenibilidad. Como idea propia planteó la necesidad de recuperar en la zona las construcciones de piedra por ser las mas adecuadas para el entorno; «vamos a terminar con el revoque y defender las construcciones de piedra, no al horrible revoque que sirve para zonas como Sevilla, que es mucho mas alegre, divertida y donde hay flamenco, aquí lo correcto es la piedra pura y dura, donde no hay ninguna broma». También resaltó la contribución del arte al urbanismo y puso como ejemplo a Ibarrola, quien, según dijo, «es uno de los raros artistas que han logrado que sus intervenciones sean tremendamente inteligentes, prudentes, atentas, y nunca han destrozado el entorno». Por el contrario, no tuvo problemas en mostrarse enemigo del muralismo, porque, según dijo, los murales «son malos objetivamente, son un horror, hay que tener respeto por los vecinos»; además, confesó que no puede tolerar «a los grafiteros insoportables que hacen garabatos en nombre de un progresismo falso y estúpido». Con respecto a la pintura, confesó que los pintores «tenemos un oficio que no es normal, porque queremos interpretar el mundo, y eso produce angustia, soledad, pero es como un imán, no te suelta nunca, incluso ese cuadro que no has logrado vender tiene influencia sobre nosotros». Por su parte, el escultor vasco destacó la solidaridad que a su juicio se establece entre la naturaleza y el mantenimiento de los recursos, afirmando que «la naturaleza no ha sido jamás virgen, el hombre siempre ha necesitado de sus recursos». Como ejemplo de este equilibrio destacó el efecto de la industria minera en el valle de Laciana, afirmando que «esto fue estropeado, pero el paisaje sigue siendo hermoso», y buscó una conexión de la comarca con su tierra, al recordar que «aquí subía un tren a por carbón, y transportaba a las personas que con su trabajo extraían el mineral que también contribuyó a desarrollar la industria del País Vasco». El ingeniero Miguel Aguiló dejó entrever las múltiples interpretaciones que se pueden hacer del concepto de «desarrollo sostenible», y recordó que muchos políticos han venido introduciendo esta filosofía en su discurso político, aprovechando la ambigüedad que rodea a esta filosofía, y sus múltiples corrientes. A su juicio, este modelo debe responder a tres reglas: los recursos renovables no deben ser utilizados a una tasa mayor de la que exige su renovación, tampoco deben utilizarse a una tasa mayor de la que permita la capacidad de la tecnología para lograr nuevos recursos, y los residuos deben producirse a menor velocidad de la que necesite la naturaleza para reciclarlos.