Diario de León

OPINIÓN

Un Auditorio que mira al futuro

Publicado por
MIGUEL ÁNGEL NEPOMUCENO
León

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MENOS MAL que se iban a recortar presupuestos y a hacer una campaña de austeridad forzosa con el Auditorio, porque a poco más hacen una programación que supera a la del Teatro Real. Bromas aparte, lo cierto es que dentro de esa necesaria austeridad se ha sabido encontrar un punto justo donde calidad y precio mantienen el pulso para continuar trayendo a esta ciudad a los mejores intérpretes sin que crujan las arcas municipales y sin que los músicos tengan que irse con las manos vacías. Aunque para algunos eso de la música les trae al pairo y prefieren, con toda legitimidad, otras manifestaciones menos culturales y sí más lúdicas, no por eso hay que dejar de reconocer que el Auditorio es no sólo necesario para una ciudad que mire al futuro sino  un punto de referencia del acontecer cultural de una sociedad moderna que aspire a algo más que a crecer demográfica y físicamente. Otra cosa es saber como rentabilizar de la forma menos onerosa posible el rendimiento de ese  centro  y tener muy claro de una vez por todas que la cultura, además de no ser nunca económicamente rentable, sí es en cambio lo que permite a una sociedad con inquietudes permanecer viva sin que por ello tenga que estar de continuo incidiendo en la economía de sus contribuyentes.     La forma como se ha afrontado esta segunda etapa de la vida de un edificio que, no lo olvidemos, costó la friolera de cinco mil millones de pesetas y que está haciendo aguas por una gestión anterior no demasiado ortodoxa, es cuanto menos esperanzadora. Los responsables actuales del edificio de Eras han sabido reconocer con frialdad que una cosa es programar con un cheque en blanco y otra programar con la sensación de que el suelo no se va comenzar a moverse bajo tus pies en cualquier momento. Para ello, han sabido vender muy bien su producto a cinco entidades financieras haciendo que éstas se impliquen en un proyecto a largo plazo que inyectará importantes sumas de euros al Palacio de Congresos con el fin de que las programaciones anuales no se resquebrajen y se pueda mantener un nivel de calidad-precio a tono con las necesidades reales de los leoneses. Y para financiar esta programación, que supera con mucho el sueño de cualquier ciudad de provincia de cualquier país europeo,  la forma como lo han hecho es la que siempre produce dividendos. La de vender el producto con miras a un futuro esperanzador y lo que es mejor, creyendo en lo que se ofrece. Han sabido reconocer dónde está el verdadero potencial de ese espacio cultural y cómo debe de gestionarse para que no genere gastos desorbitados. En una palabra, los actuales gestores parece haberse dado cuenta con la programación que han presentado que si el Auditorio no es un negocio, sí puede ser un dinamizador económico para la capital, pues alrededor de él se genera  la reactivación de toda una zona concreta de la ciudad que va desde la hostelería hasta ese pequeño negocio que a partir de ahora ya están viviendo gracias a que allí hay un Auditorio que mantiene abiertas sus puertas nueve meses al año. Pero por encima de todo está el que el Auditorio cubre otras necesidades del ser humano que ninguna otra  empresa  puede conseguir: la de hacernos crecer espiritual y culturalmente, y eso, en un mundo tan carente de valores, no tiene precio.

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