La localidad lacianiega reunió de nuevo a excepcionales intérpretes en sus jornadas culturales
Rosa Torres, Soledad Gavilán y Marina Pardo, en la capital musical de Robles
El atrio de la iglesia de San Julián fue el marco, que se quedó pequeño, para las actuaciones
Otra jornada ahíta de la mejor música volvió a convertir a Robles de Laciana en el centro cultural de la comunidad, gracias al poder fascinante de una singular pianista como es Rosa Torres Pardo que sabe concitar en esta pequeña localidad lacianiega a unos intérpretes de excepción que año tras año y desinteresadamente acuden allí para ofrecer lo mejor de sus repertorios. La segunda jornada tuvo como marco el atrio de la iglesia de San Julián que volvió a quedarse pequeño una vez más y como protagonistas a cuatro excelentes intérpretes. Cada uno de ellos dedicó su actuación a la memoria de los dos artistas fallecidos este: el pintor Eduardo Úrculo y la galerista Carmen Gamarra, asiduos concurrentes en estos encuentros roblanos. Fue Rosa Torres la que abrió la jornada de ayer con tres piezas de la Iberia de Albéniz: E vocación, El Albaicín y el Corpus Christi en Sevilla, pertenecientes al primer libro de la Iberia del maestro de Camprodón y una de las obras más difíciles y exigentes para cualquier pianista por los problemas técnicos que presenta. Rosa Torres trabajó la masa sonora como un escultor, extrayendo sonidos nítidos, poderosos, suspirantes, superponiendo los rubati y sometiéndolos a una dinámica que rozó la polifonía del fraseo. El Albaicín , lo diseccionó en una especie de paisaje romántico, volcando en un solo acorde toda la fuerza interna de esta magistral pieza de la Iberia con la expresividad que ella sabe otorgarle. El Corpus Christi , siempre colorista y evocador con la Tarara como leitmotiv logró ese clima de irrelevante nostalgia al que Rosa contribuyó haciendo una lectura brillante y distinta, con un punto de preciosismo en los ataques. Volvió Albéniz a ser por segunda vez el protagonista de esta velada con la inclusión de cuatro canciones inglesas en las que Rosa y Marina Pardo tuvieron una destacada intervención con unas obras en las que ya son auténticas especialistas. Rosa Torres Pardo y Marina Pardo se acercaron a esta suerte de juegos canoros desde una forma un tanto frívola pero no por ello menos personal, lo que significa la tremenda capacidad de adaptación que estas canciones poseen y la versatilidad de la que ambas intérpretes hacen gala a lo largo de todas y cada una de estas magistrales canciones. Marina Pardo es una mezzosoprano de amplio registro con una voz muy bien timbrada y una generosa extensión que la permite jugar con todos las sutilezas tímbricas. A su lado Rosa participó, con su impronta de enfant-terrible, en esta experiencia entre jazz y cámara del más vetusto estilo sureño. Lo curioso de todo este juego es que lo que hicieron sonó bien, incluso en algunos momentos muy bien arrancando cerrados aplausos del numeroso público que se concentró en el atrio de la iglesia logrando un resultado totalmente electrizante debido a que a la excelente técnica de ambas se unió esa química especial que existe entre ellas lo que confirió a su actuación un delicioso sabor a lo auténtico. Cerró el programa la soprano leonesa Soledad Gavilán, acompañada al piano por el siempre eficiente Antonio López, con un programa dedicado íntegramente a arias de Donizetti, Rodrigo y Vives. De Soledad Gavilán no vamos aquí a descubrir nada porque ya en otras ocasiones hemos destacad las grandes cualidades que atesora esta elegante soprano. Voz clara, vocalidadnítida, emisión impostada con una tesitura de lírico ligera que la permite toda suerte de agilidades en la zona alta. Bordó la Canción del Ruiseñor y dejó constancia de lo excelente cantante que es con Vives y Donizetti, del que recreó con corrección esa deliciosa Linda de Chamonix. Una gran velada que puso punto final a estos encuentros únicos en torno a Rosa Torres, Eduardo Arroyo y Robles de Laciana. ¡Enhorabuena!