| Reportaje | Ópera democrática |
Sólo para sindicalistas
? La colina de Bayreuth, sobre la que Richard Wagner hizo levantar un teatro a su medida, se llena cada temporada de un público que no encaja exactamente con el cliché de este festival de opera: los sindicalistas, que desde hace medio siglo son espectadores exclusivos de dos funciones. Siguiendo esa tradición, y por extraño que parezca en un teatro que abre sólo para treinta galas anuales y con listas de espera de diez años por entrada, el telón se alzará exclusivamente para la clase sindical en dos sesiones en esta temporada -mañana domingo y el siguiente. El Holandés errante , único estreno del año en Bayreuth, y El crepúsculo de los dioses son las piezas reservadas a los sindicatos, con el mismo elenco y las mismas batutas -Marc Albrecht y Adam Fischer- por las que otros fieles «peregrinos» a Bayreuth habrán guardado pacientemente turno o buscado fortuna en la reventa. «Es una larga tradición, entroncada con la idea por la que Wagner inauguró el primer festival, en 1876: abierto al pueblo y para todas las clases sociales», explicó Ursula Leibinger-Hasibether, historiadora y casi cronista del certamen. «El arte para el pueblo: esa fue y debe ser la consigna», apunta asimismo Elisabeth Kugler, administradora ya retirada de la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB) de Baviera, que durante décadas gestionó el contingente de entradas reservadas a ese fin. «El único requisito para acceder a esas sesiones es ser afiliado, a ser posible bávaro», afirma la octogenaria señora Kugler, seguidora de Bayreuth, además de ex gestora de ese tesoro sindical.