Karlos Viuda prepara una muestra basada en la obra de Mark Rothko

«Soy partidario de la expresión simple de pensamientos complejos», aseguraba a mediados del siglo pasado el pintor ruso Mark Rothko, paradójicamente uno de los pilares de la escuela pictórica de Nueva York y uno de los máximos representantes del movimiento American sublime . La obra del pintor leonés Karlos Viuda gira en estos momentos en torno a las ideas y al minimalista expresionismo abstracto de este maestro, al que está dedicando todo un homenaje que los leoneses podrán contemplar el próximo otoño. Karlos Viuda (León, 1973) trabaja en un estudio casi encantado situado en lo alto de un edificio del centro de la ciudad. Un lugar cuya verde puerta de acceso es mínima, hasta el punto que el visitante debe agacharse, hacer un reverencia, para penetrar en el sacrosanto mundo del artista. La buhardilla, de techos bajos y ligeramente inclinados, con luceras que permiten el paso de la luz sin paliativos, está llena de elementos de trabajo: tableros de dibujo, aparadores repletos de libros de arte, mesas cubiertas de botes de pintura, brochas, pinceles y hasta un pequeño tórculo en el que el artista imprime sus grabados. Y, claro está, dibujos y pinturas por todas partes, obras de diferentes épocas que reflejan su incesante trabajo. Viuda, jersey negro, gafas de montura mínima, antiguo reloj de cuerda (es coleccionista de viejas máquinas del tiempo), está dedicado plenamente a su trabajo. «Estoy haciendo -dice-, como una interpretación de las obras de Rothko. Durante los últimos años he estado inmerso en una pintura matérica con la que he pretendido proporcionar una tercera dimensión a mis obras. Ahora me he planteado como reto este homenaje al pintor ruso. Trato de reflejar la luminosidad que emana de sus cuadros. Lo que más me atrae de este pintor es su sencillez, su minimalismo, cómo con muy escasos elementos puede transmitir efectos y emociones que llegan profundamente al espectador». Viuda nos muestra sus obras de juventud, pinturas surrealistas de hace diez años en las que se refleja su admiración por El Bosco. Dibujos fantásticos donde la imaginación puede con la seguridad del trazo. Grabados que nos hablan de su lenta evolución. Cuadros tridimensionales a los que incorporar los más extraños elementos... Karlos mira su reloj y sabemos que es el momento de terminar la charla. Antes de que la luz deje de derramarse a través de la altiva lucera, el artista debe proseguir. La mosca que nos ha masacrado los últimos minutos nos acompaña mientras trasponemos la verde puerta hacia la fresca oscuridad del portal y el ruido inevitable del tráfico ciudadano.