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León

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A LA OBRA de Eduardo Arroyo le ha salido una mosca cojonera. La asociación Ciudadanos en Defensa del Patrimonio está dispuesta a recurrir a los tribunales si las esculturas se colocan, finalmente, en Puerta Castillo. Y no vale que los expertos de la Comisión Territorial de Patrimonio lo autoricen o que el propio artista haya aclarado que no rozará un pelo de la muralla. Resulta encomiable que los ciudadanos se comprometan, velen y defiendan numantinamente los monumentos, pero sorprende que no lancen sus «aguijones» contra las decenas de esculturas horripilantes, que como reconocía el propio Arroyo, nos sitúan a la cabeza de las ciudades con peor «mobiliario» artístico. Ninguna de ellas, dicho sea de paso, firmada por un artista de la talla y prestigio del lacianiego. El resto de los vecinos de Santa Marina, con mejor criterio, saben que las esculturas de Arroyo es lo mejor que les ha pasado en los últimos años. Los hay, incluso, que ya piensan en «explotar» comercialmente las «moscas» como logotipo y seña de identidad del barrio. Eso se llama sentido común...