OPINIÓN
Réplica a una acusación gratuita
PARA UNA mirada poco atenta las identidades formales entre dos obras de arte pueden resultar evidentes, incluso cuando las diferencias entre ambas sean cuantitativamente mayoritarias. Es lo que sin duda le ha ocurrido a Verónica Viñas, autora del comentario publicado en las páginas de este mismo periódico el pasado día 13 de septiembre, en el que acusaba sin el menor recato de plagio a Corinne van Bergen. El supuesto objeto del mismo era el arco ubicado desde hace año y medio en la plaza de Torres de Omaña del que la artista holandesa es autora y que a Viñas le resulta idéntico a la escultura titulada La Portada, del artista murciano Máximo Riol, situada en un espacio público de las Las Palmas de Gran Canaria. Un somero análisis contrastivo desmonta aquella acusación, muy grave sobre todo por lo que tiene de arbitraria. La primera y esencial diferencia es de orden estructural, ya que mientras que la obra de Van Bergen es literalmente un arco, la de Riol sólo lo es en sentido figurado, porque un arco es una «porción continua de una curva» (Diccionario de la Lengua), mientras que el de Riol, formado por la aproximación de dos pilares que no llegan a converger, ha dejado los soportes aislados, pues el pequeño remate, voluntariamente desproporcionado en relación a los pilares, no cierra, no «redondea» el grupo, o dicho de otra manera cada uno de los pilares y el remate mantienen su autonomía, son tres elementos yuxtapuestos que incentivan las relaciones volumétricas para generar en su dialéctica una gran fisura vertical. En este sentido esta obra es más escultórica que la de Van Bergen, radicalmente arquitectónica; de hecho la de Riol tiene mucha más relación con la sensibilidad de autores como Eduardo Chillida o José Luis Coomonte, mientras que la otra remite directamente a la más pura tradición de los arcos de triunfo. El ensanchamiento progresivo que los pilares tienen en ambas obras no es tampoco igual y en el caso de la de Van Bergen tiene plena justificación en el carácter antropomórfo que ha otorgado a la pieza: son los pies de un arco que camina, del mismo modo que el remate también hace un guiño a los hombros y cabeza, además de remitir a los remates escalonados de los edificios holandeses y a las espadañas leonesas. A Viñas la coincidencia en la idea del ensanchamiento -diferente en forma y significado, insisto- le resulta impensable, cuando la historia del arte está repleta, como es lógico de formas tratadas en distintos tiempos y lugares por diferentes artistas ¿Qué lógica impide que ambos hayan decidido de forma autónoma dicho tratamiento? Pero volviendo al eje de la acusación: el plagio, hay otros aspectos que lo desmienten aún más. Además de que la autora no ha estado nunca en Las Palmas y nadie le ha enviado a Holanda una fotografía de la pieza, las fechas de ambos proyectos son simultáneos. La de Riol es el 1997, exactamente la misma en la que Van Bergen definió el suyo, tras efectuársele en encargo en la visita que realizó a nuestra ciudad en octubre de aquel año. Pero es que la tipología utilizada por ella estaba ya desarrollada nada menos que desde 1992, año en el que protagónizó una exposición en el interior de la Catedral de Utrecht con aquellas formas. En fin no hay duda de que la gratuidad de la acusación se basa en una elemental lectura, apoyada en un ensalzamiento forzado del artista murciano, por otra parte repleto de errores: su obra no se encuentra «dispersa por la geografía española y por varios países americanos», ya que sólo posee tres en la Península y ninguna en América. Y es muy paradójico que alguien que acusa de plagio haga lo propio en su discurso. Me refiero a la cita que Viñas extrae de la página web «Máximo Riol, un docente artista» naturalmente sin citarla, como si fuera propia. Finalmente yerra de nuevo al considerar que la escultura ha dividido la plaza en dos mitades, ya que su colocación en la embocadura de la misma la ordena además de abrir el paso y la visión de la plaza, un tránsito, también metafórico. No es extraño por ello que Cecilio Vallejo se cautivara con el proyecto, algo que lejos de ser peyorativo, tal como lo considera Viñas, habla de la sensibilidad estética de aquél, condición de la que sin duda no está dotada Viñas. (*) Javier Hernando es catedrático de Historia del Arte de la Universidad de León y crítico de Arte. Carlos de la Varga es director de la galería Tráfico de Arte y promotor del proyecto.