Diario de León

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Estatuas en el disparadero

León

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La polémica desatada en torno al arco de Corinne van Bergen -situado en la plaza Torres de Omaña- y «absolutamente parecido» a otro de Las Palmas de Gran Canaria, obra de Máximo Riol, junto a las duras declaraciones del polifacético artista Eduardo Arroyo, en las que ha puesto en entredicho la estética de todas las esculturas «sembradas» por la ciudad, han abierto un acalorado debate sobre quiénes están «cualificados» para colocar su obra en el tejido urbano y en qué lugares. Las «moscas» -como se conoce ya popularmente al complejo escultórico que Arroyo proyecta para Puerta Castillo- están en el centro de la discusión y han obligado al Ayuntamiento a ir con «tiento». Y ello a pesar de la fama internacional que le precede, de la que carecen el resto de los autores de la abundante estatuaria que «decora» la ciudad. El propio Arroyo está dispuesto a someter su obra a la aprobación de los vecinos. Hará un montaje provisional y, si no gustan, se las llevará. La polémica, sin embargo, no es nueva. La estatua de Guzmán, uno de los emblemas de la ciudad, no fue tampoco bien acogida. Antonio Valbuena escribía en 1913: «Una mala obra se ha hecho modernamente en León, por cuenta de la Diputación. Erigir a uno de los leoneses más ilustres, Guzmán el Bueno, una estatuta ignominiosa y, por desgracia, está colocada en en sitio más visible». Arroyo, que considera que León tiene las peores estatuas de toda Europa, a excepción de Madrid, está dispuesto a llevar su obra al Musac. Y es que la ubicación de algunas, como la de Van Bergen, o el monumento a las Cantaderas, en plena plaza de San Isidoro, «desentonan» con el entorno. En un primer momento, la escultura de las tres infantas se había «plantado» nada menos que delante de la puerta de la basílica de San Isidoro, aunque luego fueron trasladadas unos metros «más abajo», en el pequeño jardín de la calle Ramón y Cajal. Otros grandes monumentos de la ciudad, como la Catedral o San Marcos, tampoco se libran de unas esculturas que, en muchos casos, son de dudoso gusto. Las numerosas rotondas de Eras de Renueva han permitido que en este barrio las esculturas brotaran como las «setas». Algunas han sufrido demoledores atentados o han sido pasto del spray. Sin embargo, el Ayuntamiento ha seguido financiando nuevas obras de piedra y bronce, pese a que las hay centenarias, como la de Don Pelayo, actualmente hecha añicos en la Escuela Taller. El Ayuntamiento debería replantear su política artística. No todo vale. Sería aconsejable una revisión de ese «arte callejero» que, en algunos enclaves, especialmente en los que no precisan de «adornos», comienza a ser «excesivo»...

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