Diario de León
Publicado por
MIGUEL ÁNGEL NEPOMUCENO
León

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«ES COMO si Mozart hubiera escrito estos conciertos pensando en él» nos dijo Pons al concluir la primera entrega del ciclo de los cinco conciertos de Mozart para violín y orquesta que los pasados días 3 y 4 ofrecieron en el Auditorio Ciudad de León la Orquesta Sinfónica de Granada con el violinista alemán Franz Peter Zimmermann, dirigidos todos por Josep Pons. Un ciclo que pone de relieve el grandísimo interés que este tipo de integrales despierta entre el gran público ávido de descubrir nuevas propuestas sin caer de continuo en lo manido de otras programaciones mucho más convencionales. Pero para enfrentarse a una integral de estas características se necesita ante todo un virtuoso, un maestro de maestros que sepa, conozca e interprete la obra como un todo indiferenciado en el que el único leitmotiv sea la capacidad creadora y la variedad temática que derrocha el genio de Salzburgo. No es, pues, de extrañar que Pons se sintiera admirado y entusiasmado ante un intérprete de la talla de Franz Peter Zimmermann. Hablar de virtuosismo o de técnica, en el caso de Zimmermann, queda obsoleto ya que nos encontramos ante uno de los mayores virtuosos de este instrumento, y sus lecturas tanto de estos conciertos mozartianos como de cualquier otro autor son referenciales a la hora de compararlas con las de otros maestros de sus mismas características. Con Mozart pudimos comprobar que una cosa es lo que nos venden en los cds y otra el sonido que Zimmermann extrajo a su stradivarius Dragonetti , aterciopelados, sedosos, de una textura subyugante que atrapa al oyente y no lo suelta hasta que las luces se encienden. Sus versiones de los conciertos nº 4, 5 y 2, fueron puro fuego, haciendo hablar a un arco que se amolda a su antojo a la más leve indicación de sus fugaces dedos. Aunque Mozart  no trató de componer auténticos «machacadedos» sino que más bien se limitó a permitir los lucimientos al uso del solista, sí en cambio necesitan de un fraseo y un legato tan perfectos que la mayoría de las veces si no están servidas por un gran estilista quedan en meras sombras. Las Sinfonías 27 y 40 del mismo autor fueron una delicia, mostrando la gran versatilidad de Pons para amoldarse a cualquier repertorio. La Nacional en sus manos será pronto un milagro. La orquesta de Granada, espléndida con un metal y una cuerda fascinantes. La propina de Zimmermann, uno de los Caprichos de Paganini, fue de otra dimensión.

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