El «doc»

TORREIGLESIAS tiene callo televisivo y ahora con su Saber vivir (La Primera), es uno de los rostros ignífugos de TVE. Su perfil es el de un comunicador de aspecto maduro, pulcro en el vestir, y muy suelto en el target matinal. Casi como el aquel viejo médico de familia a cuya consulta acudíamos con nuestras madres para salir con un jarabe, unas pastillas (no decían grageas...) o unos supositorios. Por lo general bonachones y más parecidos al brujo de la tribu con remedios para todo, que a un doctor al uso de ahora. Manuel Torreiglesias quiere parecerse a aquéllos, con la diferencia de que trata con amas de casa o con gente de la tercera edad. A ellas las alecciona y al resto les amonesta. Con la salud, por medio, naturalmente, que el espacio pretende ser una consulta telemédica sin grandes alardes visuales y siempre a todo correr, Torreiglesias necesita contarlo todo. Ayer, el tema central era la dentadura y los avances en su cirugía. Trata de hablar coloquialmente, como afirmar que los actuales medios técnicos ya no permiten «escabechinas», o expresiones «ojo al dato». O cuando se dirige a las madres. O como ayer, cuando reflexionó sobre la estadística de que los críos pasan más horas ante la tele que en el cole. Con tono de quien no se equivoca, afirmó que los programadores dejarán la telebasura cuando pasemos de verla. Eso no quita que Saber vivir sea un espacio útil.