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Kocsis: el hombre que inventó el pedal irrompible

Zoltán Kocsis tuvo que «pelearse» con el piano del Auditorio

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno - león
León

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En este singular y variado mundo del piano hay intérpretes que cuando se sientan ante el teclado parece que piden perdón por lo que van a ofrecer y sus ejecuciones suelen estar sumidas en ese halo entre misticismo y sobriedad que empalaga. Hay otros, sin embargo, que es todo lo contrario. Utilizan el piano para descargar en él su desbordante energía, sus frustraciones o sus prisas, que de todo hay. El pianista que nos visitó el viernes, conocido en la jerga del teclado como el expreso de Budapest y que no es otro que el mítico Zoltan Kocsis, hizo honor con creces a este apodo que le va como anillo al dedo. Aunque, a partir de este concierto de León, también se le llamará el «Santo Job de los pianos desafinados», porque aguantar como aguantó todo un concierto de casi dos horas con el bendito Bössendorfer totalmente desafinado es para elevarlo a los altares. El piano del Auditorio, un magnífico Bössendorfer, gran cola, tiene la particularidad de que además de necesitar una afinación muy cuidada y frecuente, algo que no suele ser lo habitual por mucho que veamos a los meticulosos técnicos cada día volcados sobre las sensibles cuerdas del instrumento, es un piano que para determinados repertorios no sirve y para determinadas salas tampoco. Su poder de expansión y su mejor color sonoro se muestran en salas más pequeñas, donde el retorno es menor y los armónicos se expanden con tonalidades envolventes. Cuando se le fuerza en sus dinámicas con pulsaciones fuera de lo permitido, se resiente, las notas se abren y el sonido es como el de una lata de conservas en día de lluvia.  La compra se hizo en su momento por alguien que sabía de pianos lo que Noé de agujeros negros y fue bendecido y rubricado por una serie de «expertos» que nunca lo probaron. Luego vino el consabido lamento cuando destacados pianistas como Alicia de Larrocha, Kapsaris, Leonel Morales, Kocsis, Badura Skoda... , comenzaron a lamentarse por los millones invertidos en un instrumento no válido para todos los repertorios. Ahora es tarde para lamentaciones ,porque después de lo escuchado el viernes el dicho de que los expertos son aquellos que saben mucho de muchas cosas excepto de la suya, que lo desconocen todo, se ha vuelto cumplir al pie de la letra.  Kocsis luchó desaforadamente con el instrumento y gracias a su despiadada técnica salvó el concierto. Con estoicismo sonrojante y paciencia benedictina forzó al máximo las dinámicas con ataques compulsivos nunca exentos de precisión, un pedal apremiante, y una abrasadora transparencia, logrando un Beethoven que crujió bajo su poderosa mano pero de una sobriedad envidiable, un Schubert, ditirámbico y sin carga de romanticismo y un Bartok espléndido.