Diario de León

El músico triunfó en el Auditorio al frente de la Sinfónica BBC, una de las mejores formaciones

Giannandrea Noseda, un director con alma y vida

Noseda, en un momento del concierto que ofreció con la Sinfónica de la BBC en el Auditorio

Noseda, en un momento del concierto que ofreció con la Sinfónica de la BBC en el Auditorio

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Miguel Ángel Nepomuceno - león
León

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Cuando le entrevisté, hace ahora cuatro años en la Catedral, con motivo del concierto que ofreció en el Festival de Órgano al frente de la Sinfónica de Galicia, Giannandrea Noseda estaba ya camino de convertirse en uno de los cinco mejores directores del mundo que ahora es. Ya entonces tenía las ideas muy clara sobre la manera de aproximarse a determinadas obras y de hacer que la música llegara a los espectadores. Recuerdo que tras el éxito de aquel concierto me confesó que lo que más deseaba en su vida era que  «mi música esté viva, que haga vibrar al público y que nunca la olvide porque lo que yo ofrezco es lo que sale de mi alma». Anteayer, después del soberbio trabajo que ofreció en el Auditorio me preguntó al concluir «¿Crees que hoy he conseguido que el público viviera la música?». La respuesta se la acababan de dar los más de ochocientos espectadores que llenaban a rebosar la sala sinfónica puestos en pie y aplaudiéndolo sin respiro por su excelente labor al frente de una de las más equilibradas formaciones del momento como es la Sinfónica de la BBC. Los Dos Tangos de Albéniz, de Schedrin fueron un descubrimiento gratificante dada la exquisita delicadeza de su construcción, a lo que contribuyó de forma especial la lectura meticulosa y sutil a la que Noseda los sometió. Utilizando todos los recursos orquestales, permitió que la melodía se deslizara con fluidez y transparencia,  con ese tacto especial que tiene para la música española y que ha dejado patente en numerosas grabaciones sobre nuestros autores. Intérprete tenso El largísimo concierto nº2 para piano y orquesta de Tchaikovsky tuvo en el joven pianista sueco Peter Jablonsky a un intérprete demasiado tenso, algo esperpéntico en los finales de exposición con gestos de casi desplomarse del asiento y sobre todo muy pendiente de la sonoridad y el desafine del temible Bössendorfer que como espada de Damocles planea de continuo sobre todos los pianistas que acuden al Auditorio. Como era de esperar continuó destemplado y no permitió a Jablonsky lucir su depurado estilo y su perfecto fraseo, teniendo que hacer verdaderos esfuerzos para intentar que se le oyera por encima del tejido orquestal, con ataques demasiado impulsivos y  un pedal  brusco en exceso. Muy bien el final de la gran cadenza del Allegro que le exigió un virtuosismo deslumbrante y un fraseo muy cantábile. Excelentes el violonchelo y el violín en el Andante que formaron un perfecto imbricado con el piano y el resto de la orquesta. El lírico final, muy bien expuesto por Jablonsky, no fue lo suficiente como para hacer del concierto algo carismático y atractivo. Perfecto mecanismo Las Variaciones Enigma con las que oficialmente se cerraba el programa, mostraron lo mejor de una orquesta que funciona como un perfecto mecanismo de relojería y a un director como Noseda que logra a lo largo de cada lectura  una intensidad emocional abrasadora. Su poderosa mano izquierda la utiliza para marcar, matizar y delinear el discurso sonoro mientras la izquierda la emplea como potenciadota de dinámicas, de tempo y de energía. Elgar lo diseccionó hasta el límite logrando una transparencia y una diafanidad indescriptibles. Poderosamente sentida y expuesta las Variaciones Enigmas se deslizaron líricas, fogosas, vibrantes hasta el arrebatado final, logrando una lectura que no sólo electriza sino que emociona de principio a fin.

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