Diario de León

| Perfil | Filósofo humanista |

Un sugestivo paisaje humano

Publicado por
Nicolás Miñambres - león
León

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Sólo el paso del tiempo hace justicia con los hombres que abandonan este valle de lágrimas. Filias y fobias parecen perder sus perfiles hirientes dando forma a la semblanza objetiva de quien se fue. El final de la vida sitúa a cada uno en la serenidad de la justicia que sus hechos y sus gestos merecen. La personalidad de Alfredo Marcos Oteruelo es el mejor espacio psicológico para hallar de la germinación y plenitud de una compleja condición y humana. Pocos intelectuales consiguieron desde provincias, en la España de la posguerra, unos frutos intelectuales tan granados como Alfredo Marcos Oteruelos. Siguiendo la estela, tantas veces heroica, de muchos niños de origen rural en la España del primer cuarto de siglo, Alfredo Marcos Oteruelo alcanzó cotas inusitadas de proyección y reconocimiento social. Curiosamente, su última actividad fue una apasionada dedicación didáctica: El instituto de Carrizo y su querido instituto Legio VII conservan los ecos perennes de su espíritu de filósofo humanista. Brillantes promociones de muchachos, que ase acercaban al umbral de la vida universitaria, recibieron el espaldarazo humano de Alfredo Marcos Oteruelo. En los casi diez años que Alfredo Marcos dirigió Diario de León (de l964 a l973), así como los que se ocupó de La Hoja del Lunes, fue testigo de la convulsión más delicada de la España contemporánea. Los últimos años del franquismo exigían una mano sabia para regir la singladura de la nave periodística, titubeante por aguas tan procelosas y turbulentas. Alfredo Marcos Oteruelo salió airoso del trance, dejando a buen seguro jirones de su piel y de su alma. Curiosamente, los tentadores fastos del triunfo profesional nunca ahogaron su vocación humanista. Ocupó cargos políticos relevantes (ojalá no se hayan olvidado de su labor muchos de nuestros políticos en activo) pero nunca hizo de ello un recurso para la cómoda subsistencia, habitual en estos ambientes. Su alejamiento de la vida pública le sirvió para rellenar sus queridas lagunas en el estudio de la filosofía, la creación y la enseñanza. Como político, en la madurez de su vida se adentró en la espinosa disciplina que exige la elaboración de una tesis doctoral. Al simbólico amparo de otro leonés ilustre, don Ángel González Álvarez, saldrían las páginas dedicadas a Gumersindo de Azcárate. Como aparecerían en l977 sus reflexiones con el título La expresión filosófica . Los buenos saberes de Alfredo Marcos Oteruelo apenas conocieron fronteras, salvo las de su discreción personal. Los últimos tiempos de Alfredo Marcos Oteruelo fueron escenario de una serena tristeza. Sus buenos amigos del Instituto Legio VII íbamos perdiendo paulatinamente su compañía. Un secreto temor le hacía saludarnos de forma entrañablemente lejana desde la distancia de sus paseos matinales, mientras las acacias y las catalpas de la plaza de Santo Martino teñían de amarillo sus hojas. El paso del tiempo hace pensar en una premonición. También Alfredo Marcos Oteruelo daba a la luz entonces su libro de poemas Hojas verdes y amarillas . Triste presagio. El verde de una vida en el pasado y el amarillo de un futuro inquietante. Las terribles secuelas del tempus fugit. De la vida, al fin.

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