Juventud prometedora y un Beethoven para soñar
El pasado sábado la Asociación Pianística Eutherpe programó un concierto de piano y violín con el fin de dar a conocer a dos jóvenes intérpretes leoneses que ya comienzan a tener un bagaje más que interesante en sus respectivos currículos. David de la Varga y Natalia Fernández, no tuvieron reservas a la hora de poner en atril dos obras beethovenianas de indiscutible fuerza y expresividad como fue el caso de las sonatas nº 4 y 5, del op.24, del compositor de Bonn, no aptas para intérpretes inseguros o de escasa madurez a la hora de exponer sus verdaderos credenciales técnicos y virtuosísticos. Si no todo lo escuchado fue perfecto, pues determinadas notas se quedaban a veces algo destempladas, (Adagio molto de la 5), o se les hubiera pedido un poco más de mordiente a la hora de frasear determinados pasajes como el Presto de la nº 4, al piano o el Rondó Allegro de la nº 5, al violín, sí en cambio brillaron en secciones concretas como el delicado Andante de la cuatro, con un violín muy lírico y un piano implorante al que Natalia hizo dialogar sin fatiga con la cuerda, produciendo acentos de indescriptible melancolía, incluso en el Allegro de la cuatro en el que David supo otorgarle ese clima soñador sin caer en lo melifluo. La sonata Primavera que siguió consta de cuatro tiempos siendo esta la primera que una obra de estas características presenta esta estructura. El violín canta las excelencias de la vida contemplativa mientras que el piano se limita aquí a ser un mero comparsa hasta la reexposición del segundo tema en que el piano le da un tono mucho más vital y le inyecta fluidez al discurso. Magnífica la forma en la que Natalia dibujó los contrastes dinámicos con acordes poderosos y cambios de ritmo sin dejar el tono marcadamente vital de este movimiento. El Allegro molto fue motivo para que David luciera un puntilloso arco fraseando con profundo sentido del tempo, sin dejarse llevar por el fácil impulso de la fogosidad expresiva. Culminó su buena exposición en el Rondó allegro final, un tiempo que está basado en un tema de la ópera La Clemencia de Tito de Mozart. De una fluidez contagiosa el violín y el piano se enredan en una suerte de exuberante juego que permitieron a ambos intérpretes secuenciar una serie de frases muy bien ligada. La propina subsiguiente, a petición del numeroso público que no cabía en la acogedora y exigua sala de audiciones, fue otra forma más de poder valorar cómo estos dos jóvenes intérpretes poseen ya una estupenda técnica unida aun sentido del tempo y del equilibrio más que notable. Un hermoso concierto de presentación.