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El pintor presenta en Santa Nonia una interpretación de los árboles y su espíritu

Enrique Llamazares presenta su visión íntima de la naturaleza

El mundo legendario, como el transmitido en El Bierzo, se refleja en la obra del artista

Enrique Llamazares, ante una de las obras que expone actualmente en Santa Nonia

Publicado por
FirmaFirmaMarcelino Cuevas - datadataleón
León

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Texto Texto Enrique Llamazares es un pintor inspirado a partes iguales por la naturaleza y el misterio, por los árboles, que son nexo entre el agua y el aire, y por ondinas, hadas y duendes, pilares fundamentales de las leyendas que emergen de los umbríos sotos, los ríos y los lagos. Naturaleza viva, con alma, con el latido insistente e imparable de la vida, que el artista convierte en torrentes de color, en expresivas manchas que arrastran en su impetuosa corriente las fronteras del dibujo. Pintura, pues, sin ataduras, expresionista, volcada en la inmensidad del paisaje y en la mística de un universo interior y trascendental. Dice el pintor que su pintura «nace en series: los bosques, las leyendas, los retratos, las marinas, los bodegones... y algunas más concretas, por ejemplo la de Las Médulas, que ha sido un tema que a mí me ha interesado muchísimo. Enrique Gil y Carrasco, cuando escribía en el periódico El Sol, fue el primero que habló de las bellezas de las Médulas. De él he cogido la idea de que son como una catedral. En ellas pueden verse las inmensas bóvedas de las excavaciones auríferas y esos castaños centenarios que muy bien pueden representar los bosques de columnas que sostienen la fábrica de las grandes catedrales góticas». A Enrique Llamazares la apasionan las leyendas que surgen de la tierra y que luego se transmiten boca a boca durante milenios. «Las leyendas me interesan desde niño, sobre todo porque en la mayoría de las ocasiones se ubican en los bosques, allí suceden cosas fantásticas que solo se comprenden cuando el que las escucha aporta una parte de su propia inspiración. En esta exposición, entre otros, hay un cuadro que representa a la Ondina Caricea. Relata la historia de la hija de un jefe de los antiguos pobladores de las tierras bercianas, que el caudillo de las legiones romanas quiere para sí. La joven escapando del invasor se sumerge para siempre en su fuente en busca de la salvación. Y cuenta la leyenda... que la noche de San Juan la Ondina se aparece a quienes saben buscarla y concede a los afortunados todos los deseos que la pidan». Manifiesta el pintor que el agua es uno de los elementos más repetidos en su pintura. «Creo que el agua es vida -dice- y eso me lleva al árbol de la vida y a perderme en las leyendas medievales. El agua también es protagonista de la serie que dedico al mar. Yo, cada verano, paso las vacaciones en Gijón y ese periodo de descanso me sirve para pintar cuatro o cinco cuadros. La idea de la inmensidad del mar me tiene impactado desde niño». Felicidad transmitida Comenta Llamazares que él es enormemente feliz cuando pinta y que pretende que esa felicidad se transmita a través de sus obras. «Intento comunicar ganas de vivir, felicidad, por eso empleo colores cálidos, tonalidades que aporten un mensaje de optimismo». Quisiera el pintor que el espectador percibiera la vida que se esconde en los árboles que representa en sus lienzos. «Creo que si en un momento determinado pones el oído sobre la corteza de un árbol, puedes llegar a escuchar la corriente vital que por él circula, incluso puedes llegar a escuchar sus palabras». En ocasiones el artista convierte sus cuadros en rompecabezas, «A veces -asegura- pinto el cuadro en dos direcciones, por ejemplo el titulado Camino del olvida, si se le cambia de orientación se aprecia como aparece un casa rural entre dos grandes árboles, que es, precisamente, la casa de Canseco en la que yo nací». Digamos, finalmente, que muchos de los cuadros de Enrique Llamazares están al borde de la abstracción. Quizá ese olvido del dibujo que el artista manifiesta, le lleva a dejar cada vez más en libertad las manchas de color, hasta el extremo de permitirles adueñarse del espacio borrando casi la percepción del motivo que le sirvió de inspiración. El pintor, más allá de su carné de identidad, es aún joven en el mundo de arte y por ello quema etapas a ritmo acelerado, en este momento se deja arrastrar por una constante evolución que solamente el tiempo podrá decirnos donde le encamina.