La gran gala del cine tuvo humor y emotividad, pero sin caer en el exceso o el estrépito
Recato y corrección para un espectáculo al más puro estilo Hollywood
Todas las estrellas respetaron las directrices y no hubo lugar para sorpresas desagradables
No se preveían sorpresas y tampoco las hubo. La 76 ceremonia de los oscar trató de ser, fundamentalmente, un ejercicio de entretenimiento al más puro estilo de Hollywood en el que no faltaron los momentos para el humor o la emotividad pero en el que no hubo espacio para el exceso o el estrépito. El recato y la elegancia verbal caracterizaron no sólo los vestidos de las estrellas sino la tónica general de una entrega de premios que había estado precedida por las críticas a la decisión de la televisión ABC de demorar cinco segundos la emisión del directo para evitar «imprevistos» como el del pecho de Janet Jackson en la Super Bowl. Billy Cristal, maestro de ceremonias, criticó sutilmente la decisión y recordó el «destape» con un par de bromas en las que evitó nombrar a la artista. Su guión, tan políticamente correcto que a veces resultó soso, tuvo algunos momentos ingeniosos, como las alusiones La Pasión de Mel Gibson o cuando recordó que 13 años antes había presentado esa ceremonia por primera vez y «muchas cosas han cambiado desde entonces: Bush era presidente, la economía iba fatal y acabábamos de terminar la guerra de Irak». El respeto de los activistas Lo que más se temía era que Sean Penn y Tim Robbins, conocidos por su activismo político, incomodaran a la sala con sus discursos si resultaban premiados. Y aunque ambos consiguieron el codiciado oscar, sus palabras no fueron tan ruidosas como se temía. Tim Robbins evitó la política para hacer un llamamiento a las víctimas de abusos sexuales como su personaje, un tema de dolorosa actualidad en Estados Unidos tras el escándalo en el que está envuelta la iglesia católica por las miles de denuncias contra sacerdotes pedófilos. «Si eres una persona que ha sufrido esta tragedia no te avergüences y no pienses que buscar ayuda o consejo es un signo de debilidad. A veces es la mejor manera para parar el círculo de la violencia» dijo. Su compañero de reparto, Sean Penn, tuvo un detalle para Bush en medio del elogio a los otros nominados: «Si hay algo que los actores sabemos, además de que no había armas de destrucción masiva, es que no existe el concepto de mejor actuación y eso lo prueban los grandes actores con los que he sido nominado». Errol Morris, al recoger su premio a mejor documental, -una larga entrevista con el ex secretario de Defensa Robert Macnamara sobre sus años en el gobierno de Kennedy y Johnson- hizo la alusión más explícita a la guerra de Irak al hablar de Vietnam y afirmó sentirse bien si con su película «he hecho pensar y reflexionar a la gente». Y mientras el Estados Unidos más puritano se retuerce ante la explosión de matrimonios gays, los oscar demostraron que la Academia de Hollywood sigue siendo una de las instituciones más tolerantes del país y nadie censuró a Adam Elliot, premiado por el corto de animación Harvie Krampet, cuando decidió dedicarle el oscar a su novio. Quizá dentro de este llamamiento a la moralidad y el recato no hubo vestidos atrevidos entre las actrices, ataviadas con clase, en tonos pardos, pero sin escotes. «Qué puedo decir. Qué es tanta hipocresía. Mi esposa enseñó los senos en el cine. Muchas lo han hecho Y nunca recibí una queja», resumió Blake Edwards, galardonado con el premio a toda una carrera y que aún disfruta junto a su mujer, Julie Andrews, de lo que significa la libertad de expresión.