Almodóvar cierra heridas de infancia

Está visto que lo suyo es siempre excesivo, incorrecto, polémico y discutible, pero lo que no se le puede negar a Pedro Almodóvar es su incuestionable talento como narrador de historias propias. En esta ocasión ha sido la infancia, la suya propia, la fuente de inspiración para urdir un complejo relato (transcurre a lo largo de tres décadas) en el que se denuncian los métodos educativos en los colegios religiosos durante la represión franquista. La mala educación , que tendrá el honor de inaugurar la próxima edición del Festival de Cannes, siendo la primera vez en la historia del certamen que lo hace una película española, arremete sin complejos contra una jerarquía eclesiástica que esconde sin rubor y con toda naturalidad los casos de abusos sexuales a menores. La sombra de la pederastia planea ineludiblemente sobre la obra de un cineasta que ha preferido huir de los elementos más truculentos, evitando toda tentación de ofrecer la visión más escabrosa del tema, para centrarse en la psicología de unos personajes que se pierden y se encuentran a lo largo de los años. Gael García Bernal, en un esforzado ejercicio interpretativo que le obliga a desdoblarse en tres personajes, siendo uno de ellos un deslumbrante travestí, encabeza un reparto eminentemente masculino en el que también nos encontramos a Fele Martínez, en su segunda colaboración con el manchego, Javier Cámara, que protagonizó la oscarizada Hable con ella , Lluis Homar, Daniel Giménez Cacho, Fran Boira y Alberto Ferreiro. Tras conquistar el planeta con su peculiar filmografía, especialmente con Todo sobre mi madre y Hable con ella , sus dos últimos títulos, Almodóvar ha vuelto a ponerse tras las cámaras para dirigir esta especie de exorcismo personal con el que cierra viejas heridas. Sus polémicas declaraciones denunciando una oscura trama golpista, un golpe de efecto que no puede ser interpretado como mera promoción de la película, han sido el penúltimo capítulo en la vida de un realizador que ha sabido crear un estilo propio y fácilmente reconocible. Lejos de las enloquecidas comedias con la que nos divertía al inicio de su carrera, Almodóvar se ha propuesto «educarnos» en el entendimiento de la intrincada psique humana. Algo que ni se plantean los film-makers del otro lado del Atlántico. Una semana más recibimos tres nuevos productos, en la más amplia acepción del término, destinados a llenar huecos de programación y, si es posible también, los gigantescos cuencos de palomitas que parecen obligatorios para acompañar su visionado. Eso sí, hay de todo; comedia, acción y terror. En este último apartado se encuadra Km. 666 , una cinta deudora de cintas como La matanza de Texa s, en la que un grupo de incautos va siendo diezmado por un enemigo enloquecido y sediento de sangre, que sin embargo se aleja sutilmente del género para centrarse en la acción más trepidante. El mito del cazador y la presa es llevado al límite en esta realización de Rob Schmidt que protagonizan Desmond Harrington y Eliza Dushku. Para los que disfrutan con la acción automovilística se estrena Torque , una producción urdida por los responsables de A todo gas que repite punto por punto el esquema; una leve línea argumental (si no la hubiera, tampoco se notaría) para dar pie a toda una sucesión de carreras y acrobacias filmadas en atronador Dolby Surround. ¿Y qué decir de Club desmadr e?, pues que se echa de menos el cine que hacían Esteso y Pajares a las órdenes de Ozores. En serio.