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El recinto se quedó pequeño para acoger a un muy numeroso público

Cinco poetas leoneses contagiaron de sentimiento el Club de Prensa

Luis Artigue: «Sin poesía la vida seguiría existiendo, pero no sabríamos lo que significa»

Adolfo Alonso Ares, Silvia Zayas, Susana Barragués, Luis Artigue y José Luis Puerto

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E. Gancedo - león
León

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En el Club de Prensa del Diario de León las palabras sonaron ayer auténticas y exactas como recién estrenadas. Y no era para menos, ya que se celebraba el Día Internacional de la Poesía con todos los honores: seis voces variadas y distintas, la mayoría bien jóvenes, se encargaron de conmemorar un día dedicado a la reflexión, al sentimiento y a la pasión. Silvia Zayas, Adolfo Alonso Ares, Susana Barragués, Luis Artigue y José Luis Puerto consiguieron derribar las barreras del tiempo y del espacio para hacer del Club un recinto sagrado alejado de un mundo cada vez más envuelto en tinieblas. El público presente notó desde un primer momento la magia y se dejó, gustoso, invadir por ella. El director del Club de Prensa del Diario de León, Alfonso García, se encargó de presentar a un público que desafío las estadísticas y abarrotó el recital poético, los cinco (Gaspar Moisés Gómez no pudo acudir) poetas vinculados a León presentes en el acto. Pero José Luis Puerto tomó a continuación la palabra y tejió con acierto una serie de apuntes acerca de la poesía que, a pesar de ser eso, fragmentos, se aproximaron mucho a la realidad y por poco no acaban por definir completamente el género. Dijo Puerto que es la poesía, como la primavera, «un renacer» del ser humano, un ejercicio que busca «compartir la vida», una celebración dichosa y un archivo de la memoria humana. El hombre se encuentra hoy «en orfandad», aseguró, «roto su vínculo con la sacralidad». Pero supone la poesía una «pervivencia» de los lenguajes sagrados que nos permiten recuperar algo de esa «plenitud», como llamó el salmantino a esa búsqueda de lo auténtico que todo ser humano practica. También habló Puerto del diálogo de creación y recreación del poeta y el lector, y de la «música verbal» que en el fondo es lo poético, «y que va más allá de los códigos gramaticales»; de «salvación» y «consuelo» la calificó. Una «melodía» elaborada cuando el poeta es consciente «de las heridas que tiene el hombre» y que «busca el territorio de la gracia y la plenitud» que es «distinto en cada ser humano». Un territorio en el que, además, «cabemos todos». A partir de ahí, cada uno de los participantes leyó los poemas que creyó oportunos. De esta manera, la mente de los asistentes se llenó de figuras y de sensaciones gracias a la poesía ritual y sugeridora de Zayas, la épica de los tránsitos de Alonso Ares, las imágenes carnosas, dolorosas y táctiles, casi bíblicas, de Barragués, la provocación sensual, iniciática y libre de Artigue y la búsqueda de las raíces y las esencias de Puerto. Momentos, pues, irrepetibles y un público que además supo apreciarlos.