| Crítica | Música |
Bailando con Vivaldi
Viktoria Mullova y Il Giardino Armonico protagonizaron una combinación explosiva en el Auditorio de León
La sala sinfónica del Auditorio de León fue el pasado viernes testigo de un acontecimiento musical en el que se entremezcló la música antigua con las nuevas tendencias historicistas que han pasado de un estilismo depurado a convertirse en un tipo de música que atrapa por la sonoridad, la brillantez y la agresividad, algo de lo que entiende mucho Il Giardino Armonico. Este afamado grupo milanés intenta conciliar un estilo formal que mira de soslayo al pasado y las nuevas tendencias interpretativas en lo que a entender la música barroca se refiere. Utilizando unos arcos punzantes y agresivos, un violonchelo con pica, mientras el otro se convertía en viola de gamba, y una afinación perfecta sin ese vibrado asfixiante que habitualmente emplean otras formaciones similares, Il Giardino prefiere la ornamentación sobria que permita degustar las obras con exquisita fruición a aplastar al oyente con pesados arcos ralentizando el discurso a favor de la puntillosidad. Eso hace veinte años estaba de moda, ahora la música antigua y en concreto la barroca camina por otros derroteros más vivos y menos abigarrados, afortunadamente para todos. El director, Giovanni Antonini, un flautista de sutil lenguaje y ritmo alucinante, condujo el Concierto en Fa mayor para flauta, cuerdas y bajo continuo de Giuseppe Sammartini con esa sensación que siempre produce el apresuramiento, y donde debía haber deleitado con un punto más de sosiego, imprimió un fortísimo ritmo que no permitió la degustación que se merecía ese hermoso y poco frecuentado concierto. La dama de hielo Como era de esperar la estrella de la noche era la que han dado por llamar «la dama de hielo», un apodo que algún incompetente le ha colocado a la gentil y comunicativa Viktoria Mullova y se ha convertido por obra y gracia de la estulticia generalizada en calificativo habitual de esta genial violinista. En León, primera ciudad de esta agotadora gira por toda España que ha comenzado, Viktoria se mostró con todo el poderío y la frescura que emana de continuo de su arco y de su persona. Utiliza con sumo respeto los criterios estilísticos y estéticos del barroco y los trasmite con toda la musicalidad que su instrumento el Julius Falk (un Stradivarius de 1723) y su manera de entender a Vivaldi le permiten. Literalmente Mullova «bailó con Vivaldi» como a ella le gusta decir a la hora de expresar con palabras lo que sólo puede hacer con el violín. Los tres conciertos del «Petre Roxo», que tuvo la delicadeza de interpretar en León, (fuera no suele hacerlo más de dos veces por concierto,) tuvieron como denominador común la elegancia, la comunicatividad, la frescura y luminosidad de aquello que parte del corazón y se depura con la técnica. Versatilidad Una técnica en la que el vibrato no sirve más que para ornamentar levemente las cadencias, el resto lo obtiene con la tremenda versatilidad de su arco siempre «squillante», a veces lírico, otras insinuante pero siempre lleno de puro fuego. Bajo un aspecto sereno, contenido y seguro Viktoria Mullova no da concesiones a la galería y cada frase, cada pirueta, cada adorno, forman parte esencial de una celebración que tiene como fin el arte más depurado y fiel hacia una estética de las sensaciones única. Una lección magistral de una oficiante excelsa.