La protección institucional existe, pero de forma demasiado puntual
Al hablar de arquitectura tradicional en León, la imagen tópica que nos viene a la cabeza es la de las pallozas de Ancares. Tanto ellas como los hórreos están, en teoría, protegidos por la Junta, pero no hay planes integrales de conjunto que velen por su cuidado y puesta en valor. El Instituto Leonés de Cultura incluía en su pasado ejercicio ayudas puntuales a la rehabilitación de estos edificios. Por eso, si pequeño es el esfuerzo institucional para salvaguardar lo más típico, inexistente es el que vela por el resto. Porque también, y muy valiosa, es la arquitectura del barro de las vegas y páramos leoneses, la de piedra, tapial y losa de la hoya y montañas del Bierzo, los chozos de pastor cónicos de la Montaña Central y Oriental, la arquitectura de las brañas, los hórreos a dos aguas que son casi únicos de León, las cuadras-pajar, los molinos o las ferrerías, sin entrar ya en arquitecturas cultas y religiosas como palacios, ermitas, iglesias y monasterios. El círculo vicioso que incluye la no rehabilitación por su elevado coste, y la falta de especialistas porque nadie quiere rehabilitar, tendría que ser roto en algún punto, según Grinda, por instituciones, fundaciones o asociaciones que demostraran la viabilidad económica de estos conjuntos. El ejemplo de otras regiones y países podría ser decisivo para convertir a estas arquitecturas en casas rurales, albergues jacobeos, ecomuseos o simplemente, en cómodas viviendas.