| Reportaje | El arte del Sur |
Trazos andaluces en León
El jienense Carlos C. Laínez trae a la galería Arte Lancia su particular universo pictórico, repleto de luz y color, que nos habla de historias y momentos vividos por personajes entrañables
Carlos C. Laínez nació en Jaén y vive en la gaditana ciudad de Chiclana. Es pintor de larga y clara trayectoria figurativa, con unas obras llenas de personalidad en las que su caligrafía, repleta de originalidad, le permite viajar por un mundo fantástico a partir de los espacios cotidianos, de los interiores hogareños y del mar. En sus cuadros siempre existe una historia, un relato que el pintor cuenta con ágiles pinceladas, que narra con delicado virtuosismo. «Mis cuadros -dice- parten siempre de una historia. Trato de ilustrar un momento en la vida del personaje. En algunas ocasiones dejando que su presencia se patentice a través de los objetos que le rodean, en otras convirtiéndolo en protagonista. Es una pintura que emplea los resortes de la ilustración procurando sintetizar un instante en el tiempo». Los magníficos dibujos del artista están resueltos con una técnica sencilla basada en el temple con cola y los acrílicos. «El temple con cola -comenta Laínez- es la materia precursora de los acrílicos. También empleo en algunos de los cuadros el collage, que me sirve para determinar de alguna manera el tiempo en el que transcurren las anécdotas que narro». La colección de pinturas que Laínez presenta en Arte Lancia tiene además otro componente muy importante, la luz. La iluminación se convierte en un elemento narrativo lleno de posibilidades. Los poéticos personajes que ven su peripecia reflejada en los cuadros viven en un microcosmos presidido por la luz unidireccional de pequeñas lamparas que se integran en la composición, o por la relevancia lumínica del cielo en el caso de las obras en las que el personaje vive en el silencio de un mar sin límites que, en ocasiones, es un océano de palabras. Los personajes de Carlos C. Laínez actúan sin inhibiciones, muestran sus más diversas habilidades, leen el periódico, fuman o juegan al billar. Sus niños son los de siempre, esos a los que hacen felices una caja de cartón, unas canicas o el discurrir eterno de unos caracoles. Dice Bernardo Palomo, hablando de sus pinturas: «En su obra, una de las de más criterio, personalidad y acierto de la pintura andaluza, siempre ha prevalecido un calculado sentido de la realidad, una feliz trasposición de elementos desde un estamento cotidiano hasta un segmento menos encorsetado». El artista -continúa el crítico-, nos muestra infinitos matices de una feliz realidad susceptible de los más afortunados encuadres». Horario: puede verse de 11.30 a 13.30 y de 18.00 a 21.00; sábados de 11.30 a 13.30.