Las tierras encontradas en su interior han sido datadas por el laboratorio en el año 680
El carbono 14 fecha el gallo de San Isidoro con anterioridad al siglo VII
Sitúa el origen del animal en el Lejano Oriente, en el Irán de la dinastía sasánida
El gallo cantó de nuevo. El análisis radiocarbónico que un laboratorio norteamericano realizó de las tierras encontradas por las restauradoras de la veleta de San Isidoro en el interior del animal ha determinado que su origen es, nada menos, que del año 680. «El gallo, por tanto, es anterior», aseguró la profesora de la Universidad de León, Amor Fombella. Los restos analizados son producto de la intensa actividad de una abeja albañil que «no se sabe cuándo empezó a anidar y cuánto le llevó construir esos terrígenos», precisó. La primicia -la bióloga aseguró que tuvo el resultado del estudio el día anterior- dio más lustre a la presentación del libro Gallo de la Colegiata de San Isidoro , aunque no figura en sus páginas. «La datación con carbono 14 demuestra que el cuerpo del gallo y el pie de la veleta, cuya edad de inscripción es del siglo XI, no se han realizado ni en el mismo lugar ni en el mismo momento cronológico», precisó Fombella. Estos datos coinciden con la diferente composición metalográfica del pie de la veleta y el cuerpo del gallo, como se anticipó en las jornadas celebradas tras la restauración de la pieza, que actualmente custodia el Museo de San Isidoro. El nuevo hallazgo «demuestra también que la autoría no es islámica, sino de culturas asiáticas anteriores», lo que refuerza la teoría de que procede posiblemente del Oriente Lejano. La historiadora Margarita Torres señaló que el descubrimiento «da vértigo porque nos lleva al Irán de la época sasánida. En el acto, presidido por el abad emérito Antonio Viñayo, se elogió la labor de las restauradoras de El Retablo por haber conservado en su integridad todos los elementos que tenía el gallo cuando fue descolgado de la torre de San Isidoro. «En restauración hay que tener claro que cuando coges una pieza no sólo hay que preservarla físicamente, sino también intelectualmente», apuntó Marisa Carbajo, quien destacó el apoyo de la Universidad y el trabajo en equipo para descubrir los misterios del gallo.