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Gutman y Posada, una pareja explosiva

Homenaje al Quijote con música de Strauss, Gombáu y Conrado del Campo

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno - león
León

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No se comprende muy bien el por qué algunos conciertos de auténtico lujo pasan por el Auditorio sin pena ni gloria, cuando otros de mucha menor entidad y calidad provocan una respuesta del público mucho mayor. La Orquesta de Castilla y León  ha preparado para esta temporada una serie de conciertos que son un auténtico descubrimiento, con algunos de los solitas más importantes; sin embargo, esto no ha calado aún entre un público que se rige por aquello de «ya la hemos visto» y pasan de ella como si fuera una película que ponen semanalmente en los cines y una vez vista ya no tiene más que ofrecer. La orquesta comunitaria está pasando artísticamente por uno de sus mejores momentos, desde que la anterior gerente, Valentina Granados, la abandonó por otro bocado mucho más suculento y dejó, para fortuna de la citada formación, sus destinos en manos de Enrique Rojas, el mejor gestor musical de España desde hace décadas, con una experiencia de más de treinta años dirigiendo los destinos de formaciones tan emblemáticas como la Sinfónica de Galicia y la de Tenerife, a las que ha colocado en niveles envidiables dentro del circuito nacional e internacional. Si a ello unimos la excelente labor artística que su director titular, Alejandro Posada, esta realizando con ella desde que se hizo con el mando hace un año y medio, entonces no se entiende muy bien bajo qué parámetros se mueve el público aficionado. Que un concierto como el del pasado sábado, con una solista como Natalia Gutman al chelo, a 6 euros la entrada, no mueva montañas, quiere decir o que la incultura  musical y acústica cabalga pareja con los tiempos que corremos o que las preferencias musicales no pasan de ser una mera disculpa para «epatar» al vecino. Tres obras infrecuentes en los auditorios, servidas por una excelente formación como la comunitaria, con dos solistas espléndidos como Gutman y Nestor Pou (viola), dejaron constancia de que tanto Don Quijote velando las armas, de Gombáu, como Evocación y nostalgia de los molinos de viento, de Conrado del Campo, merecen mejor tratamiento que el que hasta ahora se les ha dado en las programaciones, por el derroche de ideas de la segunda y la frescura y perfecto equilibrio de la primera. Densa, un punto wagneriana y hermosa, la de Conrado causó una magnífica impresión que contrastó con la de Gombáu, todo filigrana y expresividad. Cerró el concierto la magnífica Don Quijote, de Strauss, con Gutman al chelo y Pou a la viola. La lectura de Posada fue abrasadora, contenida y poderosa, cinceló cada frase, cada motivo, para que tuvieran su perfecta respuesta en las distintas secciones de la orquesta. Gutman dejó constancia de que no en vano es la mejor intérprete viva de este sensacional poema al que ella trata con el clima y la delicadeza como si se tratara de «una pequeña pieza de conversación» de Turner. Los sonidos que extrajo a su stradivarius fueron luminosos, con un tempo y un sentido del vibrato exquisitos, lo que permitió el perfecto diálogo con la viola, manejada con sutil énfasis en esa tercera variación que es un constante diálogo entre caballero y escudero. Inolvidable concierto, con una orquesta en lo mejor de su trayectoria y unos solistas de referencia, especialmente Gutman, cuyo instrumento libró todas las batallas y salió triunfante.  Para los anales.

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