Diario de León
Publicado por
RAFAEL BLANCO
León

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EL VIAJE en la noche que vamos a emprender por el León más luminoso será, seguro, una aventura inquietante que nos permitirá descubrir nuevas emociones y otras intensidades desde ángulos mil veces trazados sobre la realidad, desde ella misma o desde la imaginación sin los límites del espacio y el tiempo. En ese escenario mágico, real o recreado, uno podría encontrar a un general romano al mando de su legión, al pie de las murallas, en Puerta Castillo; a un templario haciendo guardia en el puente almenado del Castillo de Ponferrada; a un peregrino arrastrando sus botas calle bajo, por la del Agua, en Villafranca del Bierzo; a un arriero conduciendo su carro, calle Real arriba, por Castrillo de los Polvazares; a la Pícara Justina haciéndose la remolona bajo los soportales de las plazas de Mansilla, que dicen de las Mulas, o, en fin, a un malhumorado Antonio Gaudí revisando los planos de Botines, sentado en un banco ante su genial creación. Porque frente al León ajetreado que palpamos, el del asfalto y los neones, el del ruido y los automóviles, el del pulso atormentado, queda la memoria del León de la piedra y el candil, del silencio y el paseo sosegado. Del León que durante siglos vivió sin luz eléctrica y todavía hoy es imposible retratarlo por falta de ella, ocultando a la luna secretos nunca confesados. La intensa actividad diurna de esta tierra que nos regaló la historia contrasta con la quietud nocturna de lo retratado y guardado en este libro. Hoy por hoy León es, no obstante, una provincia llena de luz, la de las lámparas y la que uno puede ver cerrando los ojos. La que se imagina Luis Mateo Díez y que deja esculpida en las frases de un texto excepcional. La que atrapa Nardo Villaboy en el objetivo emocionado de una cámara con alma. Este libro es, pues, un retrato de esa luz cómplice y del silencio amigo. Y también de la palabra susurrada.

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