INTERFERENCIAS
Los Max
EN LOS PREMIOS Max se atrevieron a romper con el canónico formato televisivo de las entregas de premios, que tan tediosas resultan para quienes las siguen desde casa y bastante coñazo para quienes están presentes en el directo. El modelo Oscar de Hollywood acabó impregnando de tópicos a estas aburridas ceremonias gremiales, que si se optó por retransmitirlas al resto de la sociedad, es con la intención de que el trabajo de sus profesionales sea compartida por ella. Normal, viven del público. Se añade que estos actos sirven también para medir la salud cultural de un país. Puede. Aún así, y en la vorágine televisiva actual, ya no es fácil hacerse con la audiencia. La 2 recuperó la entrega de los Max, y valió la pena. El follón del año pasado, al negarse a darlos TVE por miedo a que la farándula arrease estopa contra el Gobierno Aznar a causa del Prestige y la guerra de Irak, logró para estos premios un plus mediático que necesitaban rentabilizar. La escenografía concibió el auditorio de Zaragoza como un cuadrilátero rodeado de gradas y la presentadora Llum Barrera elevada sobre la plataforma de una grúa, lo que permitía un escenario libre para las actuaciones y las entregas de galardones. Fue un espectáculo digno de unas artes escénicas que demuestran estar vivas. Que cunda.