Zar Putin

DOS SOLDADOS de gala abren unas grandes puertas doradas y aparece Vladimir Putin caminando por la gran alfombra roja del Kremlin, con centenares de personas trajeadas (casi todas varones) a uno y otro lado. Avanza a paso rápido, mientras una cámara lo retransmite al pueblo ruso, cabe suponer que muy satisfecho con el nuevo mandato de su presidente. No crean que el trayecto era corto... Putin, con esa mirada zorruna, que igual se dispone a contarte un chiste como condenarte a la horca, parece afectado del mal de altura que les da a algunos cuando toman el poder. Democrático porque hubo urnas por medio, pero tal como transcurrieron las elecciones y como anda el cotarro en Rusia, hum, el dispendio protocolario se antojada exagerado. O quizá se confirmaba la sospecha de que a Vladimir Putin le encantaría que le coronasen Zar... Y que la idea de retornar a la Gran Rusia quizá está entre los sueños de este hijo de la KGB. Había algo de truculento en la ceremonia que los informativos recogieron como noticia. Soldados engalanados al mejor estilo Hollywood, desfile y salvas incluidas. Moscú anda escasa de motivos para la alegría (grave crisis económica), pero la tele está para eso: para vender a su pueblo la ilusión de un presidente del mundo-mundial (las acusaciones de la oposición no son más que resentimiento, claro...) y que saben celebrar su investidura. Desde aquí parecía una titiritada, con perdón.