Tres fortificaciones estratégicas en la formación del reino de León
El castillo de Alba se erigió a casi 1.361 metros de altitud en la divisoria de La Robla y La Pola de Gordón. «El subir allí, aún en son de paz, es empresa ardua», escribió Manuel Gómez Moreno en su Catálogo Monumental de la provincia de León a principios del siglo XX. Desde entonces, nadie volvió a reparar en la fisonomía del cerro del Castillo. Ni siquiera la carta arqueológica provincial redactada en los años 80 contempló el enclave, al identificar erróneamente su ubicación a unos 750 metros, en el Bufo. El castillo de Alba forma parte de la estructura defensiva construida por Alfonso III -último rey astur- para proteger la entrada a Asturias de la tropas de Almanzor en el siglo IX. Los otros dos enclaves levantados en las estribaciones de la cordillera fueron los castillos de Gordón y Luna. Frenada la expansión musulmana, se inicia la repoblación hacia la cuenca del Duero y también la época de esplendor del reino de León. Es en este contexto histórico en el que hay que encuadrar el significado de las ruinas de Alba, descubiertas en el 2001 gracias a una excavación de urgencia que encargó la empresa cementera. Los castillos de Alba, Gordón y Luna fueron destruidos en el siglo XII por Alfonso VIII durante las guerras entre leoneses y castellanos. Las excavaciones han puesto al descubierto una muralla de tres metros de espesor, dos cubos, un foso artificial que corona la roca y los indicios de un torreón. Las estructuras más espectaculares son los dos cubos.