El libro de Bill

LA IMAGEN tenía mucho de surrealista. En una librería neoyorquina, alguien hacía la cuenta atrás para que los frenéticos clientes accedieran a hacerse con uno, dos y hasta cinco ejemplares de My life , la autobiografía del presidente, Bill Clinton. Las dieron en La Primera y La 2, pero imágenes similares se repitieron en todas las cadenas. Realmente no se podía concretar que era lo más insólito, si las carreras para comprarse las más de 900 páginas o que los diez millones de ejemplares de la primera oleada, prácticamente se hayan agotado en un plis plas. Escribir, lo que se dice «escribir», lo hacen muchos expresidentes, pero otra cosa es que su oficio pase de xuntaletras ... Hagamos ilusionismo barato e imaginemos a millones de ciudadanos, empujarse y casi pelearse por un libro. Se diría que estaríamos en el limbo del ideal cultural, ese de una biblioteca por cabeza. Nunca tal cosa se vio hasta que Clinton dictó al oportuno «negro», claro. Y eso que los críticos literarios le llaman de todo menos bonito. Su carisma habrá influido a la hora de comprarle el tomo, pero tampoco se puede negar que lo de Mónica sigue en la memoria y muchos se lo habrán llevado para leer como se lo montaban. Clinton es ahora mismo la envidia de cualquier artesano (o artista) de la palabra. Después de lo visto, muchos soñaremos con algo parecido (o sea, lo de ir en tromba a por tu libro, claro, que lo de la becaria es otra cosa...).