Diario de León

Don Juan de infausta memoria

Programar ópera sin subtitulaje ha sido uno de los graves fallos de esta programación lírica que ha planificado el Auditorio «Ciudad de León»

Representación de la ópera Don Giovanni en el Auditorio «Ciudad de León»

Representación de la ópera Don Giovanni en el Auditorio «Ciudad de León»

Publicado por
M. Ángel Nepomuceno - leónmadrid
León

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Evidentemente no estamos preparados para programar ópera y mucho menos los grandes títulos de cartel. En ningún lugar del mundo, a no ser aquí, se les ocurre en estos tiempos programar ópera sin subtítulos. ¿De qué sirve gastarse los millones si luego no sabemos sacarle la debida rentabilidad? No se puede acercar la ópera a una afición novel en este campo y además pretender que sea políglota. La ópera ya es de por sí selectiva como para hacerla aún más con el idioma. Programar ópera no es programar un grupo de cámara o una orquesta sinfónica. Programar ópera es el mayor rompecabezas de los auditorios porque exige entender de ella, conocerla, escuchar a los cantantes, viajar y ver las producciones antes de traerlas a casa porque de lo contrario pueden ser un fiasco en muchos aspectos. Contratar por catálogo o portadas de las revistas especializadas es lo mismo que comprar un traje por muestrario. Luego no sirve ni para retales. La Compañía de Cámara de Moscú no es la Helikón y se reveló insuficiente en muchos aspectos. Pero maticemos. Dejando a un lado lo exiguo del escenario, se echó en falta una mayor movilidad de los personajes en escena. Lo de deambular por el patio de butacas es una práctica que ya quedó trasnochada hace décadas y sólo es válida para espectáculos teatrales exiguos y de tercera. En el aspecto musical, pobrísimo. La orquesta, reducida al máximo, le faltó fuerza y dramatismo, no apoyó con la energía debida a las voces y se limitó a desafinar en la cuerda y a acompañar a destiempo a los solistas. El vestuario correcto, la puesta en escena modesta pero bien dirigida. Los decorados demasiado funcionales ya que el mismo sirvió para toda la ópera. En el aspecto canoro la cosa fue más que mediocre. Además de escamotearnos el aria de D. Octavio Il mio tesoro , (o al menos fue tan irreconocible que se me pasó por alto), la pronunciación de la mayoría de los cantantes fue lamentable, arrastrando las sílabas, confundiendo los vocablos y haciendo gala de una escuela de canto, la eslava, que nada tiene que ver con el canto legato que exige la italiana, en este caso pasada por el tamiz germano. Las mejores voces las femeninas, especialmente, Zerlina, de hermoso color e impostación, pero cantado por una soprano ligera en lugar de una mezzosoprano aguda como exige el papel. Doña Anna, correcta con ligera tendencia al chillido, Doña Elvira, excelente pero equivocada canoramente. Lo cantó una soprano ligera cuando debe hacerlo una soprano más lírica, con mayores quilates en la zona grave. Los personajes masculinos tuvieron una lamentable representación comenzando por su protagonista, un Don Giovanni de los más nefandos que se recuerdan, de voz gangosa, sin matiz alguno ni  expresividad, con nula línea de canto, calante y sin voz, se limitó a pasear, y a bajarse casi un tono, rozando el agotamiento vocal. Si la función dura diez minutos más, en el último acto apenas si se le hubiera escuchado. Don Octavio, un tenor con una de las voces más feas que recuerdo, levemente caprina y abierta, careció de sutileza canora alguna. El  Comendador, excelente, muy bien, igual que Masetto, un barítono de voz poderosa que se metió en la piel del personaje. Lo mismo Leporello, el mejor de la noche. Un bajo cantante de enormes recursos tanto escénicos como líricos, comió el papel al resto de los personajes. El coro bien, con correctas intervenciones y voces empastadas. El resto de los personajes si contamos los dos figurantes añadidos como apoyo de la escena, espléndidos. Conclusión: un Don Giovanni frustrado, con muchos despojos vocales en su elenco.

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